Toca turno para otro de los VIPS de mi ALDELGRAN*, y una de las personas a las que más quiero, admiro y entiendo de una forma más intuitiva.
Se trata de Antonio Beneyto, escritor prolífico, editor, pintor postista y, sobre todo CREADOR (sí, así, en mayúsculas). Llegué a él de la mano de mi también amigo Josep Antón Soldevila y la obra de Juan Eduardo Cirlot, con el que les unía una estrecha amistad, y se quedó en mi vida, un lujo de esos que una, luego, reconoce como un bingo.
A modo anecdótico, el día que lo conocí me encontraba fatal de los fatales y tuvo que prepararme una manzanilla en su estudio. Ese primer encuentro duró poco, pero hubieron más, a cual más surrealista (como debía ser), y muchas de esas veces sonando de fondo temas de la chanson française de los 70, sublime.
Aquí va mi pequeño homenaje, a él y a su obra, y me dispongo a celebrar el (casi) cuarto aniversario (a finales de este mes) de una rebeldía suya que todavía hoy me despierta una sonrisa y que hoy rescato para compartirla contigo.
De todos modos, primero debo contarte que su travesurilla no gustó mucho, sobre todo a sus vecinos, pero de verdad que, contextualizándola un poco, es brillante y abrió todo un mundo alrededor, aunque fuera efímero, porque ese portón de madera (y protagonista, junto a Beneyto, de esta historia) dejó por un tiempo de ser un simple «acceso» para convertirse en un superportal que daba entrada a todo un universo «paralelo» y que invitaba al que se cruzaba con él a bajar de la noria de su día a día para sorprenderse con algo nuevo que le regalaba un nuevo prisma. Y, encima, sin necesidad de cruzar su umbral.
Y eso es magia, poesía y puro arte.
Lo único que hizo Beneyto fue armarse con parte de su arsenal de pinturas y brochas, bajarse a la calle y tomarse la libertad de utilizar el portón de entrada al edificio como un lienzo en el que plasmar una de sus obras.
Naturalmente puede verse como una gamberrada y un acto transgresor (y quizás esa sea tu primera impresión), pero yo lo percibí más bien como un grito a la vida, sobre todo porque dejó las tonalidades oscuras de su etapa previa y optó por utilizar colores brillantes y ese rojo pasión, la que siente él por la existencia, aunque sea desde una perspectiva de lo más personal.
Y esa calle, con la aportación de Beneyto, pasó de ser una simple callejuela más, con edificios llenos de pintadas y fachadas maltratadas, a ser la pequeña calle que albergaba una puerta artística y postista que saludaba a los que pasaban por ahí.
Para que tengas más información, y antes de hacer una valoración, sepas que el enorme porticón del edificio no estaba para nada cuidado y que, de hecho, siempre estaba rayado y manchado por alguna pintada graffitera de turno, como es habitual en las grandes ciudades. (Y estamos hablando ya, no de Barcelona, que es una ciudad en las que las pintadas «se estilan» bastante, sino de su casco antiguo, que es incluso más graffitero que el resto de los barrios).
Aclarado esto, me acabo de dar cuenta de que podría empezar un blog sobre Beneyto y tendría material para años, pero mejor me centro en lo mío y me contento compartiendo contigo esta pequeña pincelada de su mundo postista, único y del todo beneytiano que un día de mayo se llevó a la calle (literal) y que se sumó a esas «pinceladas» que me hacen sonreír recordando que la vida sin sorpresas y ocurrencias de este tipo sería mucho más aburrida y, definitivamente, menos interesante y artística.
Ahí va:
OBJETIVO 1: Conocer este portal transgresor y artístico que, durante unos días, fue todo un tsunami de comentarios en su calle.
OBJETIVO 2: Descubrir el arte postista de la mano de uno de los pocos artistas que lo mantienen vivito y coleando.
AUTOR: AB, Antonio Beneyto
CATEGORÍA: Cuando el arte cumple su función (y va más allá).
*ALDELGRAN, ALtar DE Los GRANdes, término mandalayco que alberga aquellas personas que han sido importantes o han aportado algo especial en mi vida, las haya conocido en persona o no, que hay algunas que abandonaron este mundo ya hace siglos, pero que, aun así, tienen su plaza en mi altar particular, y vaya si la tienen.