Hay dos clases de navaja sin dimensión espacial que pueden ayudarnos a razonar de una manera más rápida (y, presumiblemente, de forma más inteligente).
Son las navajas de Ockham y Hanlon, también consideradas como modelos mentales, aquellos que nos ayudan (o no, porque algunos nos pueden confundir, igual que nuestros mapas) a interpretar y entender el mundo, a encarar la vida, a lidiar con los retos y a solucionar nuestros problemas. O a intentarlo.
Ockham y Hanlon son principios filosóficos, pero se les llama también navajas por el hecho de «rasurar», de descartar opciones, determinando qué es necesario y que es superfluo para explicar un hecho, para tomar una decisión.
Vamos a ellas.
La navaja de Ockham
En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable.
A veces nos complicamos la existencia buscando razones complejas para justificar una situación cualquiera, pero es que incluso los hechos más extraordinarios pueden tener una base de lo más sencilla, así que mejor descartar los imposibles y enfocar primero en lo que parece más obvio.
Sherlock Holmes, aun siendo un personaje de ficción, utilizaba el mismo principio en sus investigaciones:
Si se elimina lo imposible, lo que queda, por improbable que sea, debe ser la verdad.
No significa que una situación no sea compleja, pero las hipótesis sencillas son más fáciles de probar como verdaderas o falsas, de ahí a que mejor se empiecen por ellas. Imagínate que las descartas por ser las más «tontas» y resulta que eran la clave.
También es conocida como Principio de Economía, por eso de que economiza.
Y sí, el principio suena bien, y viva la practicidad con sus supuestos mínimos y esa solución más simple, claro que sí, pero con un límite: no caer en lo simplón ni sucumbir a las falacias ni a los prejuicios, que no siempre la respuesta más simple es la correcta.
La navaja de Ockham nos recuerda que complicarse más de la cuenta y adentrarnos en teorías enrevesadas no significa que nos encontremos más cerca de la verdad ni que estemos en un camino más «correcto»; aunque, ATENCIÓN, tampoco quiere decir que la respuesta más simple sea la adecuada y que el análisis de una situación no necesite de la lógica, la reflexión y los métodos empíricos, claro que no.
A mí me parece una herramienta interesante, sobre todo cuando me encuentro divagando y en un bucle de cábalas que parece que no tenga fin, porque entonces paro y me pregunto: «espera, ¿hay un ángulo menos obtuso por el que seguir?»
La navaja de Hanlon
¿No has pensado nunca que, a veces, parece que el mundo conspira en tu contra? ¿Que todo te sale mal porque debe haber una fuerza maligna del más allá que se ha obsesionado contigo y, como ha decidido ponerte trabas en todo lo que haces, ha dado órdenes a todos los que te vas encontrando para que te fastidien el día y saquen, encima, algún beneficio con ello?
Entonces es cuando te encuentras diciendo: «Qué mala es la gente, en serio».
Bueno, pues aun habiendo gente mala, incluso malísima (que la hay, no caigamos en eso de ser happy flowers y afirmar que «todo el mundo es bueno»), cuando te encuentres en esa situación en tu contra, ese día en el que todas las fatalidades se junten y no veas el momento en que llegue la mañana siguiente, no olvides que siempre puedes ir a tu caja de herramientas, hacerte con la navaja de Hanlon y recordar su principio :
Nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez.
Patapam.
No me digas que no es como pasar de la oscuridad a la luz en un periquete: te apacigua los nervios y, además, de forma instantánea, te regala una perspectiva mucho más amplia para actuar de una forma más racional. Al fin y al cabo, la estupidez es más soportable que la maldad.
Las ventajas de recordar la navaja de Hanlon en nuestro día a día son varias. Para empezar, juzgando menos, podemos tener mejores relaciones y una mayor empatía hacia el otro.
Apuntes finales
Yo considero útil que nuestra caja de herramientas particular (ésa a la que acudimos cada vez que tenemos un reto o una decisión a tomar) tenga un compartimento para estas dos navajas.
Pero también me parece imprescindible identificar cuándo son las más adecuadas para utilizar, que no siempre lo serán: en algún momento podremos combinarlas con otras y, en otros casos, tendremos que ignorarlas a ellas.
De la misma manera que no utilizamos un destornillador para clavar un clavo, no podemos ir a ciegas con una sola navaja (ni tan solo con un único modelo mental), y tenemos que valernos de la lógica, la experiencia y a las pruebas empíricas.
«Todo debe hacerse tan simple como sea posible, pero no más simple». ―Einstein
Dos notas más:
1/ La navaja de Ockham puede relacionarse con El Canon de Morgan, aquél que prioriza las explicaciones más sencillas de entre todas las posibles, aunque, ¿qué es la sencillez? Es que yo creo que es un concepto muy subjetivo y si a eso le sumamos la complejidad del mundo, está claro que mejor utilizar la navaja con precaución, para no «cortarnos».
2/ La navaja de Hanlon me recuerda mucho a aquello del «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» que, cierta o no, siempre me pareció de «lo más», como de sabiduría infinita para vivir mejor y no perder tiempo lidiando con la ignorancia ajena. El reto, supongo, es delimitar dónde acaba la ignorancia y empieza la sabiduría, así como diferenciar la ignorancia de la maldad. No me parece fácil (vamos, para nada) pero la vida, sin esa clase de retos, sería menos vida y mucho más aburrida: nada, mejor aceptamos el reto y, ya que estamos, seguimos poniéndole una sonrisa.