Hoy te presento a otro Petit (al otro, lo tienes aquí, aquí y aquí) que me fascina.
Lo hace por ser auténtico sin pretenderlo. Por ser tan único. Por vivir la vida a su manera y, en este caso, por superar todo un sinfín de dificultades con las que tuvo que lidiar desde su nacimiento, porque nació enfermo (te lo contaré ahora) y tuvo que lidiar con reproches y burlas constantes.
Pero, yendo incluso un poco más, lo admiro por su capacidad de crear su propio mundo y concebir, con él, pura poesía. Es un claro ejemplo del denominado Art Brut y del arte como terapia que, en este caso, solo necesitó de la intuición, que no deja de ser interesante.
7 pinceladas
- Su nombre real es Pierre Avezard y vino al mundo el 30 de diciembre de 1909 en Vienne-en-Val, Francia, en el seno de una familia modesta de agricultores. Tenía dos hermanos (luego llegaría un tercero, Leo).
- Fruto de una enfermedad conocida como Síndrome de Treacher-Collin, nació con la cara deformada, sordo, mudo y con graves problemas de visión.
- Era pequeñín y nació antes de tiempo (de ahí lo de petit, pequeño en francés).
- A los 7 años abandonó la escuela pero su familia, que lo adoraba, se ocupó de él. Principalmente, su hermana Teresa, que le enseñó un poco a leer y a escribir. Le fascinaba la mecánica y siempre estaba inventando artilugios.
- En 1935 entró a trabajar en una granja. Su fascinación por la maquinaria fue in crescendo y siempre que podía, creaba nuevos artificios. En 1955 los patrones de la granja le cedieron un espacio de terreno (con una pequeña casita) para que siguiera con sus inventos. Se convertiría en su «oasis» y creó un carrusel gigante en el que seguiría trabajando hasta que su salud se lo permitió.
- En 1987, la obra de Petit se trasladó al Museo de la Fabuloserie, en Dicy (Yonne) para asegurar su conservación. Por cierto, que lo de este Museo es súper interesante. (Estoy por montar una excursión).
- Murió el 24 de julio de 1992, a los 82 años.
El carrusel de Petit Pierre
La gran obra de Petit, su aporte al mundo, fue la construcción de un enorme tiovivo. Fue su manera de comunicarse, de dejar un legado incluso más importante de lo que, seguramente, él había imaginado.
No lo hizo en dos ni tres días, sino a lo largo de casi 4 décadas, desde la curiosidad, y siempre fascinado por esa mecánica que descubrió que le ayudaba a expresarse frente al mundo.
El carrusel funcionaba con un sistema de correas que, al principio, se ponía en marcha mediante el pedaleo de una bicicleta. Más tarde, fue gracias a una lavadora en marcha. Lo sé, el ingenio de Petit Pierre no tenía límites.
A lo largo de las correas, se encuentra su representación del mundo, tal como lo veía y sentía. En el carrusel cabía la naturaleza, la maquinaria, el transporte, los humanos, se representaban escenas cotidianas y sobresalía una Torre Eiffel de 23 metros de altura.
Pero no creas que era un mundo del todo amable porque, aunque poético y bello también tiene un punto inquietante, incluso perturbador en el que expresaba el rechazo que había sufrido de la sociedad. Lo entenderás mejor si ves el vídeo.
Y sí, es importante que esté esa parte más «fea», más dramática, porque es la que te hace pensar de verdad y no perder la perspectiva de lo que era el carrusel: el mundo interno de Petit, alguien que se sentía fuera de lugar y que mediante el gran tiovivo, comunicaba sus sentimientos.
Sepas que, para construirlo, utilizó piezas que encontraba en los vertederos, otras que traía de los viajes con su hermano Leo y trozos de aviones que se estrellaron en la zona durante la guerra. Donde otros veían chatarra, él veía algo a lo que dar vida.
Lo cierto es que creo que el carrusel tiene parte de Leo (porque le enseñó mundo y, de ese mundo, trajo nuevas piezas con las de crear) y de Teresa, con los carteles informativos (al final, fue ella quien se ocupó de que él aprendiera a escribir). Por supuesto, es una licencia mía, pero es que me parece bonito dar ese papel a los hermanos.
Otra nota sobre los carteles: si no se respetaba lo que decían, rociaba a los que los incumplían con mangueras de agua. O, incluso como he leído en alguno de la mil fuentes consultadas, con leche, que también es un puntazo. Pero bueno, al final, era su mundo y, en su mundo, él era el rey, el que ponía las reglas. Te daba la bienvenida si las seguías y si no, manguerazo.
Brillante.
Lo voy a ir dejando aquí pero no sin antes invitarte a ver un documental sobre él, que lleva su mismo nombre, y que se llevó uno de los Premios César en 1980.
Dura 7 minutos y es la «mini guinda» para que te adentres en su mundo (la guinda real sería acercarte al museo).
Verás que es poético y estridente a partes iguales pero es que así era su mundo interior…
Apuntes finales
Hasta aquí el post de hoy, en el que te quería compartir el refugio de Pierre Petit.
Al final, todos tenemos uno, aunque no sea un espacio físico y con una Torre Eiffel de 23 metros de altura. ¿Cuál es el tuyo?
[Apuntes extras]:
1/ Puede que te interesen también estas entradas sobre la resiliencia, la increíble Helen Keller y Eddie El Águila.
2/ Sepas también que hay una obra de teatro escrita por una dramaturga canadiense sobre él, después de un viaje al museo. En España, por ejemplo, la representó la compañía Bambalina.
3/ Si prefieres la literatura, aquí va un libro y un cuento sobre su historia (En francés).