El cuento de hoy es un fragmento del ensayo El Lanzador de Estrellas (The Star Thrower) del estadounidense Loren Eiseley,
Descubrí su origen buscando por ahí porque no me quedaba claro de dónde procedía (¿Era zen? ¿Era sufí? )y no quería darte una información porque sí.
Reconozco que no me esperaba que hubiera sido escrito por de un ensayista así que, desde este rincón cibernético, aprovecho y reclamo su autoría.
Está adaptado un poco (como casi siempre) y estoy segura de que te va a encantar.
El cuento
Érase una vez un escritor que vivía a orillas del mar, en una enorme playa, donde tenía una preciosa y acogedora casita.
Allí pasaba temporadas escribiendo y buscando inspiración para sus libros.
Era un hombre inteligente y muy culto que, además, decía tener una gran sensibilidad sobre las cosas importantes de la vida.
Una mañana, mientras paseaba por la playa, vio una figura que se movía de manera extraña, como si estuviera bailando. Al acercarse, vio que era un muchacho que se dedicaba a coger estrellas de mar de la orilla y lanzarlas otra vez al mar, donde pertenecían.
—¿Qué haces, jovenzuelo? —preguntó el escritor.
—Recojo las estrellas de mar que han quedado varadas y las devuelvo al mar —respondió el chico. —La marea ha bajado demasiado y si no lo hago, muchas morirán.
—Ay, alma cándida, esto que haces no tiene sentido. ¿No ves lo grande que es esta playa? Hay miles de estrellas y nunca tendrías tiempo para salvarlas a todas. Lo que yo te diga: no tiene sentido. —replicó el escritor.
Entonces, el joven lo miró fijamente, cogió una estrella de mar de la arena, la lanzó con toda su fuerza por encima de las olas y exclamó:
—Para ésta… ¡sí tiene sentido!.
Entonces, el escritor, desconcertado y no sabiendo qué responder, se marchó ofendido a su casa y se encerró en su habitación.
Y allí estuvo el resto del día sin poder escribir una sola línea, pensando en lo sucedido por la mañana, primero desde el orgullo, después desde la comprensión.
Llegó entonces la noche y, como su cabeza no paraba de dar vueltas pensando en el chico de las estrellas, no podía conciliar el sueño.
Pero entonces, en un momento de lucidez, entendió el porqué… Y se durmió.
A la mañana siguiente madrugó más que nunca.
Desayuno, corrió rápidamente a la playa, buscó al joven y le ayudó.
Con él, ya eran dos Lanzadores de Estrellas los que hacían la diferencia.
Momentos de Reflexión
¿No te dan ganas de sumarte al joven y al escritor y cambiar la vida a todas las estrellas de mar de la playa del cuento?
El joven no era un mero observador de la vida ni se quedaba en la teoría de cómo hacer un mundo mejor. Actuaba con coherencia sabiendo que cada acto cuenta.
Todos —absolutamente todos—, tenemos la oportunidad de hacer algo positivo, de crear un cambio y marcar la diferencia para mejorar el mundo que nos rodea. ¿Se te ocurre alguna razón para no hacerlo?
No olvides aquello de que, aunque no puedas cambiar el mundo, puedes cambiar el mundo de alguien y que, juntos, podemos mover montañas.
Mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo. —Eduardo Galeano
Notas finales:
- Fíjate en todos los movimientos sociales de los últimos año y en cómo la sociedad se ha organizado para devolver «las estrellas al mar». Es el efecto dominó que todos esperamos y que, como todo cambio positivo, depende también de ti y de mí.
- Descubre a otro lanzandor de estrellas muy especial en este corto: Pingwin.