Hoosiers: más que ídolos es otra de esas películas que me marcaron de niña y que he querido recuperar para el blog.
Casi 20 años después sigue siendo una de mis favoritas y estoy la mar de feliz de haber decidido dedicarle un post.
El baloncesto, el instituto y la vida rural son solo excusas para una gran película sobre equipo, liderazgo, ética, segundas oportunidades y una épica hazaña.
Ejemplo clarísimo de que, haciendo las cosas «bien», un David cualquiera puede contra el Goliath de turno.
¿Lo mejor? Que es que está basada en un hecho real.
7 pinceladas (y una curiosidad)
- La acción se ubica en un pequeño pueblo rural de Indiana, Hickory, en 1952.
- En esa época, el baloncesto era casi todo en la vida de sus habitantes, algo así como «cuestión de estado».
- El equipo del pueblo es del Instituto, que tiene menos de 200 estudiantes.
- Llega un entrenador nuevo para hacerse cargo del equipo. Su nombre es Norman.
- Su metodología choca con la dinámica que había primado antes de su llegada.
- Se encuentra con un primer rechazo «importante» —sobre todo, del pueblo — que luego va perdiendo fuerza gracias a los resultados y al compromiso de sus jugadores.
- Llegan a la gran final del Campeonato Estatal…
Y hasta aquí voy a contar.
La curiosidad
Está basada en una historia real que tuvo lugar en 1954 en Milan (Indiana) y el equipo protagonista estaba formado por alumnos de su instituto que, por aquel entonces, tenía solo 161 estudiantes.
La película se centra en su hazaña de llegar más allá de lo que, normalmente, hubiera sido «posible» y pone hincapié en el ambiente del pueblo, con su estilo de vida y sus políticas.
Las historias paralelas y relaciones varias que se ven en Hoosiers, más que ídolos son inventadas aunque sí que existió un jugador sobresaliente que, como Jimmy en la película, despuntaba. Su nombre era Bobby Plump. El entrenador del equipo, Marvin Wood, solo tenía 26 años cuando ganaron el campeonato.

Batallón reflexiones: 5 grandes temas
#1. Sobre liderazgo, límites y autoridad.
No importa cuán claro tengas un objetivo o una estrategia para el triunfo. Si no los defiendes, puede quedar en nada.
Cuando Norman llega al pueblo tiene que enfrentarse a la resistencia de aquellos que piensan de otra manera porque “siempre se hizo así”. Con autoridad y trabajo, el nuevo entrenador no sucumbe ni se deja llevar por lo establecido.
¿Cómo lo hace? Ganando la confianza de su equipo, que cree en su filosofía.
2) Marcando límites y acallando el ruido que le impide progresar de una manera respetuosa pero eficiente y sin temblarle la voz.
Sabe lo que es necesario y lo pide. Es entonces cuando se hace más fuerte y llegan los resultados. Tiene una VISIÓN y una MISIÓN que es compartida y de ahí, el éxito.
#2. «Equipo, equipo, equipo» y gestión de recursos.
En un pueblo pequeño en el que el instituto no llega a los 200 estudiantes el entrenador se encuentra con una plantilla más bien limitada que no permite ni tan siquiera contar con rotaciones o escoger un equipo de gala.
¿Qué hace Norman? ¿Acaso se queja a diestro y siniestro, patalea y hace las maletas? Nope, más bien acepta las «cartas» con las que le ha tocado jugar y se pone a pensar en la mejor estrategia.
En la película, encontramos distintas «cartas», todas con su qué. Por ejemplo, 1) Ollie es el que objetivamente tiene menos condiciones físicas para el baloncesto pero es parte imprescindible para el equipo por su manera de ser, y 2) a Jimmy no hay canasta que se le resista pero no va de estrella y lo que le importa es el resultado del equipo.
Muchas veces, cuando no hay resultados buenos y rápidos (y pasa en cualquier ámbito) se busca una excusa del tipo «falla el equipo» pensando en cada uno de sus integrantes de forma individual, pero quizás solo es un descuido de engranaje y es posible hacer brillar a cada uno de ellos y también al conjunto.
¿Las claves principales? El respeto entre sus miembros y un objetivo común al que comprometerse.
«Todos para uno, Uno para todos». —D’Artagnan.
#3. El proceso como la clave del éxito.
Está bien tener un objetivo (es lo que nos hace superarnos y dar sentido a nuestras vidas) pero por sí solo no basta: hay que identificar en qué vas a enfocar y cómo, falta un proceso para llevarlo a cabo.
Lo dice también Scott Thomas —el creador de Dillber— en su libro Cómo fracasar en casi todo y aun así ganar:«Los objetivos son para perdedores; Los sistemas para los que tienen éxito».
O sea que más allá del plan en sí, tiene que haber un proceso.
Norman crea un sistema de entrenamiento de que es seguido a rajatabla por los chicos. El equipo entrena y repite jugadas una y otra vez. Lo mismo con los tiros a canasta. Gracias a ello, en los momentos claves, los chicos no fallan.
#4. Mantén el foco, la fe y la confianza.
Sobre todo en el «momento de la verdad», justo cuando estés frente al reto que tienes que superar, para no despistarte.
Cuando los jugadores del Hickory llegan a la final del campeonato, absortos por el gran tamaño del pabellón donde jugarán la final, hay una escena que me parece «medicina pura»: el entrenador hace medir la distancia entre la canasta y el suelo así como la que hay entre la canasta y el punto de lanzamiento de personales.
¿Y para qué lo hace? Para que sus jugadores no se desconcentren, no se dejen abrumar por las dimensiones del pabellón ni tampoco por el momento en sí.
Están ahí y si lo están pueden ganar: únicamente necesitan seguir creyéndolo y aplicar lo aprendido.
Algo así como «Adiós, dudas. Hola confianza».
Y, si no, que se lo pregunten a Jimmy cuando se ofrece a coger la responsabilidad del partido convencido de que puede encestar esa canasta final que les puede dar el triunfo.
Y tan importante es la CONFIANZA como la FE. El pueblo es creyente y por tanto, tiene fe. Más allá de tenerla hacia una deidad, Norman tiene fe en el equipo, en sus jugadores.
Si crees que rezar te ayuda, pues reza y punto. A Dios, a Alá, a Yavéh, al Universo o a tu esencia divina.
#5. Convicciones y valores hasta el final.
Es verdad, cuesta mantener las convicciones si chocan con lo estipulado y lo considerado «normal» pero si tienes en mente tu visión y puedes aceptar pequeñas derrotas para luego disfrutar una mayor victoria, ya no parece tanto el sacrificio, ¿verdad?
Agradar a todo el mundo e intentar hacer comprender el porqué de tus decisiones es una batalla perdida. Pero es que no pasa nada, no le des mayor importancia. Es mejor aceptarlo y no perder la visión general.
Y sí, escucha lo que te digan los demás y quédate con aquello que puedas aplicar (o mejorar) para seguir progresando pero sin menospreciarte ni olvidar tu misión, tus objetivos y en esos valores que hacen que tú seas tú.
Sé valiente, como Norman que tenía a casi todo el pueblo en su contra.
Apuntes finales
Hay un tema en segundo plano pero que también considero importante y que quiero al menos hacerle mención. Es el de las segundas oportunidades.
Cuando contratan a Norman, éste lleva más de una década fuera de las canchas y no por una decisión personal (Lo habían deshabilitado como entrenador por pegar a un jugador), el padre de uno de los componentes del equipo es alcohólico y Jimmy está en una de esas etapas en que la vida no tiene sentido.
Pues bien: Norman mejora como entrenador, se convierte en mejor persona y triunfa con su equipo; el padre del jugador se compromete finalemente a curarse; y Jimmy vuelve a ilusionarse por el baloncesto.
Lección extra: no desestimes las segundas oportunidades.
También encontramos COMPASIÓN por el que tiene problemas, PERDÓN para las segundas oportunidades, la GRATITUD por el compromiso y la GENEROSIDAD de compartir y dar lo mejor de sí.
Nada, que Hoosiers es un peliculón.
Termino ya con un momentazo:
Definitivamente, una película para ver en casa, en el aula o donde sea y aprender de ella.
[Nota final]: como complemento, te recomiendo el libro Wooden, de John Wooden , uno de los entrenadores de baloncesto más laureados de la Historia (no que lo supiera yo antes de leer el libro, pero bueno, el conocimiento no ocupa lugar).
En él, Wooden dice que para ser cada vez mejor y llegar a ser un «máster» en el campo (pero extrapólalo a lo que quieras) no vale con ponerse «a veces» o «cuando te apetezca», sino que el camino requiere un compromiso constante para que «siempre, siempre, siempre» puedas sacar lo máximo de cada oportunidad, de cada día, de cada acción que hagas.
La clave, dice, es enfocar en el proceso y cada día ser un poquito mejor. Sería como aquello de que el ayer ya ha pasado y no puedes hacer nada pero hoy… hoy puede ser un gran día y hay que dar lo máximo.
¿Te imaginas cuánto mejor serás en una semana a partir de hoy? ¿En un mes? ¿en un año? ¿En 10? Es tan grandioso que mejor te dejo aquí para ponerte mano a la obra.