A veces pensamos que estamos ayudando a alguien pero, en realidad, lo que estamos haciendo es perjudicarle.
Sí, aunque suene paradójico, no basta poner toda la intención del mundo porque, si empujamos demasiado, podemos acabar abrumando e interfiriendo el proceso de aprendizaje del otro, justo lo contrario de lo que pretendíamos.
No sé, ¿te imaginas querer aprender a dibujar y que, en vez de dejarnos aprender a nuestro ritmo, nos hicieran el dibujo por nosotros con mil detalles que no hubiéramos pensado? Pues eso.
Hoy toca un cuento que te hará reflexionar sobre cómo ayudas o te ayudan en tu vida. Pertenece al libro Aplícate el cuento de Jaume Soler y Maria Mercè Conangla.
El cuento
Un hombre encontró el capullo de una mariposa y se lo llevó a casa para poder verla cuando saliera de él.
Un día, vio que había un pequeño orificio, y entonces se sentó a observar por varias horas, viendo que la mariposa luchaba por poder salir de capullo.
El hombre observó que forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del pequeño orificio en el capullo, hasta que llegó un momento en el que pareció haber cesado la lucha, pues aparentemente no progresaba en su intento. Semejaba que se había atascado.
Entonces el hombre, en su bondad, decidió ayudar a la mariposa y con una pequeña tijera cortó al lado del orificio del capullo para hacerlo más grande y de esta manera por fin la mariposa pudo salir.
Sin embargo, al salir, tenía el cuerpo muy hinchado y unas alas pequeñas y dobladas.
El hombre continuó observando, pues esperaba que en cualquier instante las alas se desdoblarían y crecerían lo suficiente para soportar al cuerpo, el cual se contraería al reducir lo hinchado que estaba.
Ninguna de las dos situaciones sucedieron y la mariposa solamente podía arrastrarse en círculos con su cuerpecito hinchado y sus alas dobladas… Nunca pudo llegar a volar.
Lo que el hombre, en su bondad y apuro no entendió, fue que la restricción de la apertura del capullo, y la lucha requerida por la mariposa para salir por el diminuto agujero, era la forma en que la naturaleza forzaba fluidos del cuerpo de la mariposa hacia sus alas, para que estuviesen grandes y fuertes y luego pudiese volar.
Momentos de reflexión
Pues vaya: la pobre mariposa se quedó sin volar; y el hombre hecho polvo por pasado.
De ahí la importancia de preguntar para asegurar, de la empatía y del acompañamiento, no de la presión a que las cosas sucedan.
La próxima vez que tengas predisposición en ayudar a alguien, no olvides que cada uno tiene sus propios ritmos. Y una cosa más: solo puedes ayudar a aquél que se deja así que actúa mejor solo si te lo piden, aunque sea de una forma indirecta, quién necesita algo siempre da señales.
¿Recuerdas sentirte forzado cuándo sentías que todavía no era tu momento? O al revés, ¿hay alguna situación en la que recuerdes que empujabas más de lo debido a que alguien diera un paso por el que luego supiste que no estaba preparado?