Si te propusiera hacer una lista de monumentos emblemáticos en el mundo, por jugar y a modo estadística, seguro que, como mínimo, coincidiríamos en uno.
Y esa coincidencia sería «la estatua de la libertad».
De todos modos, ya te avanzo que el destello no es sobre la simbología de la estatua.
El objeto de este minipsuedoensayo es mucho más banal: es por su pelo.
Sí, has leído bien, por su pelo, porque su estilismo es perfecto.
Y lo es porque su escultor, Frédéric A. Bartholdi, buscó que fuera así: impecable, como de anuncio de la nueva laca de turno, a prueba de lluvias torrenciales y vientos huracanados… y aunque fuera de piedra.
He decidido convertir el asunto en destello porque, en el momento de todo esta trama, a finales del siglo XIX (se inauguró en junio de 1886), no existía el transporte aéreo (el primer vuelo fue en 1903) y, por tanto, nadie iba a percatarse del pelo de una estatua de casi 50 metros que iba a colocarse en un pedestal de casi 43. Y esa decisión me parece de lo más relevante.
Al fin y al cabo, estando a casi 93 metros de altura, ¿por qué, entonces, preocuparse por la perfección de un peinado que no iba a ser valorado? Es más, ¿y si dejaban la cabeza bien rapadilla y lisa o con los trazos del pelo como salieran a la primera y ya está?
Pero no, Bartholdi quería que los mechones fueran estupendos. Y eso fue una apuesta genial y visionaria. Qué vergüenza hubiera sido para él que años más tarde se viera una cabeza chapucera, qué vergüenza.
Seguro que las exigencias del escultor para conseguir ese peinado impecable fueron un poco fastidiosas para su equipo (y que incluso las tildaron como locura y, definitivamente, como «un capricho del artista») pero, a mí, esa postura clara hacia la excelencia me parece digna de admiración. (Y le hago la ola al amigo Frédéric, más allá de si tenía información privilegiada de que un día avionetas y helicópteros llenos de turistas sobrevolarían la ciudad de Nueva York, que no creo, pero que todo puede ser).
Yo me quedo con su pleno compromiso a su trabajo, a su arte y a sus estándares de satisfacción, y eso me inspira a seguir buscando la mejor versión de todo lo que hago. Poco a poco, sin obsesionarme, pero con esa intención plena y clara a dar siempre lo máximo de mí (en ese momento) y poner mi grano de arena (el que pueda) para hacer un mundo más bonito y armónico.
Como anécdota, la estructura interna de la Estatua de la libertad tiene la firma de A. Gustavo Eiffel, el constructor de la torre parisina emblema de la capital francesa. Y te lo cuento porque como Torre Eiffel es otro de esos monumentos mundialmente archiconocidos y aclamados , hay altas probabilidades de que en la lista del principio lleváramos ya dos coincidencias.
O tres, porque, ¿acaso no hubieras puesto el bellezón del Taj Mahal?
OBJETIVO 1: Reflexionar sobre la calidad de tus acciones, de tu trabajo, de tu día a día.
OBJETIVO 2: Considerar mejorar todo lo que haces, aunque nadie te vea. Escoge un criterio y celébrate.
AUTOR: Frédéric Auguste Bartholdi.
CATEGORÍA: Patrimonio de la Humanidad, del Universo y del Ideario de lo que debería ser este mundo.