El protagonista del destello de hoy es una única palabra.
Pero no una cualquiera, sino una que alberga la esencia de tu alma y de su fuerza vital.
Porque, ¿qué has venido a hacer en esta vida?
Lo sé, es la pregunta del trillón (que incluso millón y billón quedan cortos) y, además, todo un reto, pero te animo a que les des una vuelta, aunque solo sea como una «primera y pequeña aproximación».
O, si quieres, puedes optar por esta pregunta alternativa: ¿qué te carga las pilas mañana tras mañana, mucho más allá del despertador, del café y de tu agenda abarrotada? Si contestas «pues creo que nada», es justamente cuando tienes que tomarte más en serio el asunto e identificar qué es lo que te las cargaría. O lo hace ya, pero no te has dado cuenta, que también sería interesante.
El secreto de la existencia humana no sólo está en vivir, sino también en saber para qué se vive. —Fiódor Dostoyevski
Tu respuesta será también tu ikigai, que se compone de dos palabras: iki (vida) y gai (algo así como «que merece la pena», aunque tiene otras acepciones).
Sería tu propósito, el resultado de la intersección entre pasión, misión, vocación y profesión. Quizás te suena y lo has visto representado en una imagen de este tipo enfocada al mundo laboral:
Para mí, más allá del propósito profesional, el concepto está más acorde en sentir que vivimos en plenitud y en armonía, desde la coherencia de lo que realmente somos mientras dejamos que madure, florezca y se perfeccione con el tiempo, desde el ahora y dándonos la fortaleza para seguir adelante, que no siempre es fácil.
OBJETIVO 1: Preguntarte si has encontrado tu ikigai. ¿O estás en ello? Yo, personalmente, sigo en su maduración, aunque creo que nunca acaba de madurar del todo, que siempre se va perfeccionando y adaptando al «ahora».
OBJETIVO 2: Identificar hasta qué punto vives conforme a tu esencia.
CATEGORÍA: Palabras que son todo un mundo en sí mismas.