[Nota previa]: El cuento de hoy es una adaptación de un relato de Enrique Mariscal. El original lo encuentras en su libro Cuentos para Regalar exclusivamente a dioses.
El cuento
Se dice que hace tiempo, en un pequeño y lejano pueblo, había una casa abandonada en la que nadie había vivido en mucho tiempo.
Cierto día, un perrito pequeño se había perdido, y buscando un lugar donde descansar, consiguió entrar en la casa por un agujero de una de las puertas que daban al jardín.
El perrito, algo deprimido y cansado, sintió curiosidad por aquel tranquilo lugar y empezó a subir las viejas escaleras de madera. Justo arriba en el rellano vio una enorme puerta semiabierta.
Con pasos delicados, entró en la habitación, que parecía que estaba vacía pero entonces, de la nada, salieron 1000 perritos más mirándole tan fijamente como él los observaba a ellos.
El perrito, sorprendido, comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas poco a poco.
Los 1000 perritos hacían exactamente lo mismo.
Luego, sonrió y ladró alegremente a uno de ellos y entonces, todos ellos al unísono, le empezaron a sonreír.
La pena y la soledad desaparecieron de inmediato, se sintió entre amigos y siguió compartiendo su ladrido alegre y del todo feliz.
Al cabo de un rato el perrito salió de la habitación.
Una vez fuera de la casa iba pensando para sí mismo: «¡Qué lugar tan agradable!, ¡tendré que volver más veces a esta casa!, ¡qué cantidad de nuevos amigos he hecho en solo un momento!».
Algunos días más tarde, otro perrito callejero entró en la casa y su curiosidad le llevó justamente a la misma habitación.
Pero su reacción al ver a tantos perritos fue «bastante» diferente.
Este perrito, al ver a los otros 1000, se asustó tanto y se sintió tan amenazado que los empezó a ladrar con agresividad.
¿Y qué hicieron los otros perros?
Le ladraron de vuelta con mal humor, dominantes y multiplicando su ira.
Pero es que no acaba aquí: a la que más gruñía él, más gruñían los otros.
Asustado y muy enfadado, salió de la habitación y bajó precipitadamente por las escaleras para escapar de la casa.
Una vez en el exterior, mientras se iba alejando, el perrito se decía una y otra vez: «¡Qué lugar tan horrible! ¡No pienso volver jamás de los jamases! ¡Qué miedo y qué malos eran esos perros!».
Dolorido y amargado por su mala suerte, se dirigió al río cercano para beber agua y rumiar en soledad.
Pero parémonos a pensar: ¿por qué el primer perro se encontró con tan cálida bienvenida y el segundo con tanta agresividad?
Ninguno de los dos perritos callejeros había reparado en el letrero de la entrada de la casa y en el que se podía leer lo siguiente: «La Casa de Los 1000 Espejos»…
Apuntes finales
No había 1000 perros, no, sino 1000 espejos que reflejaban al que se miraba en ellos.
El perro amigable tuvo una sensación amigable y el perro agresivo, una experiencia desagradable.
El cuento nos recuerda que todos los rostros del mundo son espejos de nosotros mismos.
«¿Qué es lo que recibimos? Lo que proyectamos».
Pregúntate qué estás proyectando al mundo y cuando salgas por la puerta, asegúrate de que llevas tu mejor cara.