… y todo un mundo alrededor.
Me refiero a ese mundo que ves, sientes y asumes como verdadero, aquél que puedes expresar a través de las palabras y los símbolos.
Pero, ¿te has parado a pensar si justamente ese mismo lenguaje, oral o escrito, te está demarcando la totalidad de la realidad que te rodea? ¿Y si una nueva interpretación de las leyes físicas y el aprendizaje de un nuevo idioma te abrieran un marco de referencia distinto al que hubieras tenido hasta ahora?
No sé si habrás visto La llegada, pero, más allá de si te gusta o no la ciencia ficción, bien merece un poco de tu atención.
(O eso creo yo).
Por otra parte, si no lo has hecho ya, te animo a leer el relato en el que se basa la película y que puedes encontrar en el libro La historia de tu vida, de Ted Chiang. (El que nos interesa, el que dio fruto a La llegada, lleva el mismo título que el libro y no llega a las 80 páginas). Su lectura no es imprescindible (la idea principal está bien reflejada en la película), pero, por supuesto, más allá de identificar las grandes libertades que se han tomado para su adaptación cinematográfica, que no son pocas, su lectura te permitirá conseguir una mayor perspectiva de lo que se plantea y entender todos sus matices mucho mejor de lo que yo te pueda explicar, aunque me comprometo a dar lo mejor de mí.
Te ubico en la historia y seguimos.
7 pinceladas
- De forma simultánea, aparecen 12 naves espaciales en distintos puntos de la Tierra.
- Los Servicios de Inteligencia de los países «afectados» organizan equipos para establecer una comunicación con los alienígenas y determinar el motivo de su visita.
- Uno de esos equipos está formado por un físico (Gary) y una lingüista (Louise).
- Gary llama a los extraterrestres «heptápodos» porque estos tienen 7 extremidades.
- De primeras, no parece que pueda establecerse un sistema de comunicación común que les sirva de punto de partida, pero sí, consiguen uno.
- El lenguaje «escrito» de los heptápodos tiene connotaciones y consecuencias sorprendentes para el que lo aprehende.
- El mayor descubrimiento es que, si uno llega a asimilar su lenguaje, entonces adquiere una nueva visión de la realidad. Pero no es todo: la división del tiempo se vuelve una ilusión.
Lecciones y planteamientos
#1. Una buena comunicación es básica en cualquier tipo de relación.
Cierto, lo hemos escuchado y leído un millón de veces, pero ¿acaso lo tenemos del todo aprendido? Los malentendidos pueden seguir surgiendo a cada rato, en todos los ámbitos y potencialmente en cada interacción del día, que pueden ser muchísimas.
En esto de la comunicación todos jugamos un papel importante y somos responsables de que no provocar «catarsis», conflictos y decisiones erróneas.
Y la mejor manera de hacerlo es evitar que queden dudas en el aire, algo que se consigue preguntando, clarificando, explicando, y parafraseando, que es cuando ganamos todos: evitando malentendidos.
Además, hablando el mismo idioma ¿no tendría que ser algo fácil?
En la historia, Louise cuenta una anécdota (inventada) en la que unos exploradores en Australia ven por primer vez un marsupial (ahí, con su bolsa y su cría metida dentro), y preguntan por su nombre a los autóctonos del lugar. Ellos les contestan «canguro», por lo que asumen que así lo llaman y que ese es su nombre. Pero no, luego descubren que «canguro» no es un sustantivo para denominar al canguro, sino una frase que significa «no te entiendo».
En lo que a la comunicación respecta, mejor #fueradudas y #adiósmalentendidos.
Los protagonistas de La llegada se encuentran ante un reto muchísimo mayor, comunicarse (sin equívocos, por su trascendencia) con los heptápodos, pero una momentánea mal interpretación de uno de ellos puede dar lugar a una guerra, así que hasta ese «simple» punto es importante la comunicación.
Vale, es verdad, ni tú ni yo vamos a provocar la hecatombe del mundo pero, ¿qué pasa a una escala menor, y en nuestro día a día? ¿Acaso no es preferible confirmar que «hablamos el mismo idioma» con nuestro interlocutor, asegurando que nos ha entendido y nosotros a él? Al fin y al cabo, todos somos diferentes y tenemos nuestras propias concepciones sobre el mundo, las palabras y el lenguaje.
Y como muestra, dos preguntas de esas «complicadas»: 1) ¿eres feliz? y 2) ¿te consideras una persona exitosa?
Pero espera, ¿qué significa para ti ser feliz y tener éxito? Solo desde ahí, sabiendo yo qué significan para ti y tú sabiendo que significan para mí, podremos seguir la conversación y, quizás, entendernos.
#2. El lenguaje determina tu forma de ver el mundo.
Para conocer un poco más la manera de comunicarse de los heptápodos, La llegada alberga una hipótesis lingüista y un principio de leyes físicas, este último (mucho) más desarrollado en el libro.
La hipótesis de Sapir-Whorf, en una de sus posibles versiones, dictamina que cada lenguaje determina una manera de experimentar la realidad, que tiene sentido. Con su historia, Ted Chiang fue más allá y concluye que, si uno se sumerge en un lenguaje distinto al suyo, una vez asimilado, puede recablear su cerebro y percibir la realidad desde un nuevo prisma.
La idea de pensar de forma lingüística pero no fonológica siempre me había intrigado. Tenía un amigo que era hijo de padres sordos; creció usando el Lenguaje de Signos Americano, y me decía que a veces pensaba en LSA en lugar de en inglés. Yo me preguntaba cómo sería que los pensamientos de uno estuvieran codificados manualmente, razonar usando unas manos interiores en lugar de una voz interior. —La historia de tu vida
En La llegada, las leyes físicas también tienen cabida. Parten de una idea simple pero lógica: que todas las leyes del universo se rigen por igual ( ya sea en la Tierra o en El.sitio.lo.más.lejos.imaginable.y.con.algunos.kilómetros.extra) y que, lo que cambia, es la interpretación que se haga de ellas. La diferencia más significativa entre los humanos y los heptápodos es que, mientras «nosotros» percibimos una causalidad en todo, «ellos» viven la realidad desde su simultaneidad.
Cuando los antepasados de los humanos y los heptápodos adquirieron la chispa de la consciencia, percibieron el mismo mundo físico, pero interpretaron sus percepciones de forma diferente. Los humanos habían desarrollado un modo de consciencia secuencial, mientras que los heptápodos habían desarrollado un modo de consciencia simultáneo. Nosotros experimentábamos los acontecimientos en un orden, y percibíamos la relación entre ellos como causa y efecto. Ellos experimentaban todos los acontecimientos a la vez, y percibían una intención que los subyacía a todos. —La historia de tu vida
¿Es desde ese marco que surge su manera de comunicarse?
Yo no soy una máster de las Ciencias (vamos, para nada), pero el Principio de Fermat me ha parecido de lo más interesante.
Lo que yo he entendido (o he querido entender, ponme en cuarentena) es que la luz es extremadamente inteligente y que puede escoger su recorrido según su destino y conveniencia. (Habrá que investigar más).
—Estás acostumbrada a pensar en la refracción en términos de causa y efecto: alcanzar la superficie del agua es la causa, y el cambio de dirección es el efecto. Pero el principio de Fermat suena raro porque describe el comportamiento de la luz en términos orientados a objetivos. Suena como un mandamiento dirigido a un rayo de luz: «Minimizarás o maximizarás el tiempo que tardes en llegar a tu destino».
Pensé en ello.
—Continúa.
—Es un viejo problema de filosofía de la física. La gente ha estado hablando sobre él desde que Fermat lo formuló en el siglo XVI; Planck escribió libros enteros sobre él. La cuestión es que, aunque la formulación habitual de las leyes físicas es causal, un principio variacional como el de Fermat es intencionado, casi teleológico.
—¿Cómo lo consigue la luz?
—Bueno, si puedo hablar haciendo una proyección antropomórfica, la luz tiene que examinar los caminos posibles y calcular cuánto tardará con cada uno. —Tomó la última empanadilla de la bandeja.
—Y para hacer eso —continué—, el rayo de luz tiene que saber exactamente dónde está su destino. Si el destino estuviera en otro lugar, el camino más rápido sería diferente.
—Y el rayo de luz tiene que saber todo eso de antemano, antes de empezar a moverse, ¿verdad?
—Por así decirlo —dijo Gary—. La luz no puede empezar a viajar en cualquier dirección y hacer rectificaciones más tarde, porque el camino resultante de ese comportamiento no sería el más rápido posible. La luz tiene que hacer todos sus cálculos al principio de todo. Pensé para mí: el rayo de luz tiene que saber dónde acabará antes de poder elegir la dirección en la que empezará a moverse.
_____
—La historia de tu vida
El lenguaje de los heptápodos: el heptápodo B
El código heptapodiense (palabro, me lo acabo de inventar) me parece tan excepcional y hermoso, que he pensado que merecía un mimo especial y tener su propia «sección». Digamos que es un canto a la belleza y a la totalidad que representa.
(Si, es un lenguaje ficticio y fruto de la imaginación de un escritor pero usemos la fantasía y el ingenio, a ver adónde nos llevan).
(Ooooooh).
A simple vista, podría estar en cualquier Museo de Arte Contemporáneo, pero ese «garabato» abrazaría también un código, un concepto, una reflexión, una frase con yuxtapuestas, un ensayo, una conversación entera… ¿Quizás toda la existencia?
Lo que plasman los heptápodos en esos «semagramas», como los denomina Louise, es el mensaje que quieren expresar en cada momento, con todas sus interrelaciones e interconexiones entre todas las cláusulas. Y, para hacerlo, un heptápodo tendría que saber la totalidad del mismo antes de trazarlo.
(Ooooooh II).
Su comunicación escrita se representa en círculos de tinta con distintos despuntes, y brotes que no siguen una dirección ni un sentido de lectura como el que estamos habituados. Es más bien como contemplar un signo (el de prohibido, por ejemplo) del que sabemos su significado. El mensaje, como el círculo que le da «forma», no tiene ni principio ni fin, no tiene tiempo, va más allá, representa la continuidad.
Los semagramas parecían ser algo más que lenguaje; eran casi como mandalas. Me sorprendía en estado meditativo, contemplando la forma en que las premisas y las conclusiones eran intercambiables. No había una dirección inherente en la forma en que se conectaban las proposiciones, no había «hilo del pensamiento» que siguiera un camino en particular; todos los componentes del acto de razonar eran igualmente potentes, todos tenían idéntica importancia. —La historia de tu vida
El heptápodo B es el modo de expresión ideal para la consciencia simultánea.
Apuntes finales
Siempre me gustó la siguiente cita, por lo que imagínate la ilusión de tener una excusa para añadirla en el blog:
Imaginar un lenguaje es imaginar una forma de vida. —Ludwig Wittgenstein
En La llegada, no hay que imaginarlo, sino descifrarlo, algo que provoca un choque de marcos de referencia e interpretación demasiado grandes para no convertirse en un gran reto, que lo es.
El planteamiento principal es que descifrar el código de un lenguaje cualquiera permite adquirir nuevas facultades, una nueva forma de pensar, sentir y comunicarse.
Partiendo de esa premisa, el heptápodo B permite percibir el tiempo en su totalidad, sin distinguir presente, pasado y futuro.
¿Te imaginas algo así? ¿Significaría entonces que todo está predeterminado? ¿Dónde quedaría el libre albedrío? ¿No sientes escalofríos? ¿Quizás una gran curiosidad? (*)
Conocer el futuro quitaría «gracia» (incluso parte de sentido) a la vida, pero reconozco que no deja de intrigarme sus posibles beneficios. ¿Y si, saberlo, significara, mayor aceptación y serenidad de lo que nos rodea? ¿No representaría ello un mayor bienestar? Yo, a Louise, no la veo para nada desesperada en su nueva consiciencia, aunque sí, vale, es ficción.
El negociador estaba describiendo las creencias morales de los humanos, intentando establecer las bases para el concepto de altruismo. Yo sabía que los heptápodos conocían el resultado que tendría la conversación, pero aun así participaban con entusiasmo.
[…]
Pero el lenguaje no servía solo para comunicarse: era también una forma de acción.
[…]
Con un lenguaje performativo, hablar equivalía a hacer. Para los heptápodos, todo el lenguaje era performativo. En lugar de usar el lenguaje para informar, usaban el lenguaje para realizar. Por supuesto, los heptápodos ya sabían lo que se diría en una conversación cualquiera; pero para que su conocimiento se hiciera cierto, la conversación tendría que suceder.
[…]
—Bueno, si ya conoces el cuento, ¿para qué quieres que te lo lea?
—¡Porque quiero escucharlo!
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—La historia de tu vida
El otro gran tema es la comunicación y los errores que pueden originarse si falla el mensaje entre emisor y receptor.
A efectos prácticos, y ya que, de momento, solo tenemos que lidiar entre humanos, ¿no podemos tener una mayor compasión por aquél al que (de primeras) no comprendemos? ¿Y si nos acercamos a la realidad del otro identificando su marco de referencia, preguntando para evitar malentendidos (recuerda #fueradudas) y utilizamos el lenguaje de la jirafa? En serio, ¿no puede ese lenguaje común acercarnos un poquito más? ¿Tan distinto somos los unos de los otros? ¿O la razón tiene que ver más con la pereza, la aversión y la lucha por el poder?
¿Y si el motivo de la «visita» de los heptápodos a la Tierra, más allá de darnos la posibilidad de romper con la manera de conocer el mundo descifrando su lenguaje y conviviendo con la simultaneidad del tiempo, es un ZASCA para que mejoremos nuestra comunicación con el de al lado?
Y otro concepto: «el juego de suma no cero».
Tengo que subrayar que nuestra relación con los heptápodos no necesita ser de antagonistas. Ésta no es una situación en la que toda ganancia por su parte supone una pérdida por la nuestra, o viceversa. Si nos comportamos correctamente, tanto nosotros como los heptápodos resultaremos beneficiados.
—¿O sea, un juego de suma no cero? —dijo Gary, afectando incredulidad—. Santo Cielo.
—Un juego de suma no cero.
—¿Cómo? —te darás la vuelta, volviendo de tu habitación.
—Cuando ambas partes ganan: me acabo de acordar, se llama un juego de suma no cero.
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—La historia de tu vida
Definitivamente, tenemos más recursos para lograr un mayor entendimiento con otro ser humano (quien quiera que sea, venga de dónde venga) que con un heptápodo venido de Vete.tú.a.saber.de.dónde.pero.acabado.en.landia.
A ver si lo tenemos en cuenta la próxima vez que conversemos con alguien (hoy mismo) y vemos si mejora nuestra comunicación aunque desconozcamos el futuro que nos depara con él y las líneas del guión.
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[*]: Si te apetece entrar en un bucle filosófico sobre la existencia que pueda retar tus creencias (aunque se quede en el intento, claro), te invito a que leas El código secreto de la Biblia, un ensayo que afirma que el Antiguo Testamento es un crucigrama gigantesco que revela todas las claves de nuestra realidad y que alberga información sobre todos los acontecimientos en la Tierra. (Y sí, da ejemplos, aunque todos son ya parte del pasado).
De ser cierto (yo solo me quedo con la posibilidad, que tampoco voy a ponerme a estudiar hebreo y el programa informático que se utilizó para llegar a esas conclusiones), y recuperando nuestro planteamiento (ficticio) de hoy, podríamos decir que «El Código» presenta el Antiguo Testamento como un semagrama de heptápodo B gigantesco que escondería los misterios del mundo desde sus inicios, y que lo haría entrelazando y combinando las letras hebreas que lo componen, casi nada; de no ser así, al menos es un gran ejercicio para ampliar miras y abrirse a las posibilidades infinitas de esta aventura que es la vida, que tampoco es poco.
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[Nota adicional]: Ana Palomo, de espacio anyda, que es una mujer muy sabia, me ha enviado una visión sobre la superposición y el pensamiento holográfico que me apetece compartir. Lo hago con su permiso y porque me parece una guinda a la reflexión de este post.
Yo creo (y siento continuamente) que el tiempo no existe, es un constructo mental, al igual que la fantasía de separación, pero para nuestros sentidos tridimensionales, en este juego, las reglas nos hacen olvidar todo lo que somos, fuimos y seremos. El énfasis que tu le pones al lenguaje circular y simbólico me encanta, el lenguaje está vinculado en las dos direcciones con nuestro pensamiento y sentido de la realidad. Todos los lenguajes espirituales se leen de derecha a izquierda (sutras tibetanos, rueda astrológica, el árabe…). Sin embargo, los lenguajes cotidianos y prácticos, van al contrario… ¿Qué significa esto? Si, además de dirección, le metemos circularidad y esfera… nos acercamos a la totalidad multidimensional. Pero nuestra mente racional explota con esto, no así nuestro corazón, que es capaz de vibrar en sintonía… La vibración… el primer lenguaje… La vibración de la música, el color, las formas…. Ahí reside un flujo de información vincular más auténtico, que sólo ES, y no hay forma de ocultar, esconder o manipular…Y entiendo, que ese vibrato aúna a todos los seres que existen en el universo… Y ya lo dicen las escrituras de muchas religiones: la vibración es el sonido armónico y creador de vidas.
¿Te adelanté o no que iban a ser palabras de sabiduría (y, además, ancestral)?