Retomamos el tema del Cerebro Triuno (si te apetece, puedes leer la primera parte) haciendo un pequeño recordatorio de cada uno de ellos. Ahí va (y recuerda que no soy una experta, solo una buscadora que se interesa por ser cada día mejor, como tú).
Por un lado, teníamos el cerebro reptiliano. Es el mecánico, el instintivo, el que tiene una conducta espontánea y una alta resistencia al cambio. Le gusta sentirse seguro y saberse parte de un grupo. Entiende de jerarquías y se pone a la defensiva cuando se siente atacado.
Luego, nos encontramos con el cerebro mamífero. Es el emocional y el que está relacionado con los sentimientos, los vínculos y el bienestar.
Y finalmente, descubrimos un tercero, el neocórtex, que es el cerebro pensante y, por tanto, el que analiza, relaciona conceptos y el que crea desde las ideas.
Vimos también que entre los 3 no se entendían del todo bien y que, en muchas ocasiones, aunque nuestra parte más racional (la pensante) optaba por el blanco, nos sorprendíamos eligiendo activamente lo contrario y de forma mecánica… O sea, en el negro.
Vimos un ejemplo esa posible intención tuya de levantarte media hora antes cada día para hacer algo ejercicio (meditación, yoga, lo que quieras) sabiendo que te iba a sentar de perlas pero que ibas posponiendo una y otra vez.
Una de las causas era por una mala comunicación entre los 3 cerebros y nos encontrábamos con un problemón y una lucha de poder.
La solución sería poner en forma a nuestra parte más pensante, para que estuviera fuerte y nos ayudara a ser más consecuentes con nuestras decisiones, poniendo un poco más de freno a nuestros impulsos más primarios.
Todo ello, con una meta clara y reconociendo el beneficio a largo plazo —más que la gratificación del momento — de nuestra decisión. (En el caso del ejemplo del ejercicio físico y levantarse un poco antes, mejorar la salud y las condiciones físicas).
¿Vemos algunos ejercicios para poner tu neocórtex en forma? Solo por el mero hecho de introducirlos en la rutina, ya estarás haciendo algo importante: poner tu intención en conocerte más.
5 ejercicios para un cerebro pensante «en forma»
#1. Resístete a la tentación.
¿Te comerías todo el paquete de galletas OTRA VEZ aunque el último día te dijiste no volverá a pasar?
Entonces, ni lo abras. Opta mejor por una manzana y marca ese punto en el marcador del cerebro pensante para que no sea una respuesta reactiva a una pulsión o a una emoción.
Resístete —y ves sumando puntos— hasta que sepas que cuando empieces el paquete de galletas es porque realmente te apetecen, para saborear cada una de ellas y no porque tu parte reptil te tira a ellas a la desesperada.
Pensante 1- Reptiliano 0-Límbico 0
Poco a poco, evitando que tus respuestas automáticas controlen tus acciones, mandarás tú sobre tus instintos. Estarás debilitando tus parte reptiliana y límbica y reforzando tu cerebro pensante.
Eso no quiere decir que dejes de degustar ese pastel de lo-que-sea que tanto te gusta solo que, cuando lo hagas, sea desde una parte más racional. El ejemplo es con comida pero aplícalo a cualquier cosa que te produzca una sensación placentera momentánea que sabes que no es la más conveniente aunque a nadie le amarga un dulce, más bien lo contrario.
Dicho de otro modo, e inventando palabras, no seas un «BuDePÍ» (BUscador DE Placer Inmediato) intentando evitar algo como el dolor. Si eso, busca mejor el placer por el placer y por el simple y mejor hecho de disfrutarlo, llamémosle «BuDeDí».
#2. Encuentra la parte positiva (desde el placer y desde el dolor).
Ejemplo: Estás en mitad de una investigación pero te has estancado un poco.
Motívate de esta manera: «me iría de fiesta y así no tendría que ponerme con la (maldita) investigación pero sé que, si me quedo y me disciplino un poco 1) iré avanzando y aprendiendo cada día un poco más y 2) no la arrastraré más de la cuenta».
El primer punto se relaciona con el placer y la satisfacción de terminar algo; el segundo, con evitar el dolor y en engorro de no sacarte ese mismo algo de encima.
#3. Cuenta hasta 10.
O hasta 100. O mejor: hasta 1000.
Veamos un ejemplo: estás con un enfado descomunal porque acabas de recibir un email que despierta tu parte más «Increíble Hulk». Te parece inapropiado y totalmente ofensivo.
Pues lo que vas a hacer es escribir un email de respuesta mostrando lo que sientes (con todos los sapos y las culebras que te salgan) pero, a la hora de enviarlo, no vas a proceder con el envío, sino dejarlo en tu carpeta de borradores.
Al cabo de unos días (o de unas horas, si es que no puedes aguantarte más) revisa y decide qué vas a cambiar (seguro que, en frío, lo ves de una manera distinta), asegúrate que el lenguaje tiene más de jirafa que de chacal y entonces, ya sí: envíalo.
Resumiendo: cuenta hasta 10 (100 o 1000) y, entonces, actúa.
#4. Respira y encuentra un patrón.
… y una razón.
Cuando te encuentres a la defensiva, mira si usas el mismo patrón de conducta y de defensa para protegerte.
Respira y plantéate si no te lo estás tomando de una forma demasiado personal.
Completa la siguiente frase: «reacciono así porque…».
Quizás te sorprendes de que no hay una razón de peso para u comportamiento.
A veces también ayuda comentarlo con alguien así que no lo descartes, cogerás perspectiva.
#5. Escribe un diario personal.
Y si de mano te parece demasiado, cámbiale el nombre a ‘cuaderno de notas’, a ver si te es más cómodo.
El acto de escribir sobre tus días te hará ver de una manera más reflexiva cómo has vivido las situaciones que te has ido encontrando, cómo has reaccionado, qué has hecho…
Seguro que vas sacando nuevas conclusiones. Lo mejor es que todas ellas ayudarán a que tu cerebro pensante tenga protagonismo, que de eso se trata.
Apuntes finales
No me digas que no vale la pena el intento de adentrarse en el Apasionante Mundo del Gimnasio Cerebral, disponible as 24 horas del día, gratis y con el don de la ubicuidad.
Desde mi punto de vista, el gran objetivo es conseguir un mayor control sobre nuestros impulsos y no ser tan esclavos de ellos, a asegurar un poco que no nos encontremos haciendo B si nos hemos dicho «voy a hacer A».
Eso sí, aunque el cerebro pensante nos ayude a ser más coherentes, es importante que valoremos las funciones del reptiliano y del límbico y que no los demonicemos: todos ellos están para algo y tienen su sentido.
No todo es tan simple y el mismo «pensante» tiene que buscar un equilibrio entre sus dos hemisferios pero, lo importante, es ir sabiendo cómo funcionamos y entendernos un poco más, ¿no? En eso estamos.