Más allá de su finalidad estética, me interesa el arte como expresión de vida; el arte, como una manera de cristalizar la visión personal de lo que es el mundo, de lo que significa para uno vivir y relacionarse con lo que le rodea.
El destello de hoy va en esa línea y complementa aquella reflexión de Berger que ya vimos hace algunas semanas (¿meses?) sobre contemplar un cuadro en busca de un secreto o, al menos, de un mensaje que mejore nuestra realidad (o nos ayude a vivirla desde una perspectiva más adecuada).
En esta ocasión, damos un paso más y (de nuevo con una cita, desde la palabra), nos acercamos al arte como autoterapia, pero también enfocado a la esperanza de poder amparar a los que más tarde pasen por un conflicto vital (álmico o de lo más mundano) semejante al expresado.
Me refiero a ese arte que ayuda a canalizar el dolor, los miedos, la angustia, las tristezas y las sombras, ya sea creándolo o contemplándolo.
Supongo que habrá mil artistas y mil obras que pueden acompañarnos en los momentos de tormento o desazón pero, de los que conozco, sin duda alguna mi favorito siempre ha sido Edvard Munch, pintor expresionista al que seguramente (y como mínimo) conocerás por su obra El grito, un cuadro que, guste o no, nos habla y entendemos casi sin proponérnoslo, de manera intuitiva.
¿O acaso no hemos sentido en nuestras vidas una pesadumbre mayúscula (aunque al final objetivamente no fuera para tanto, eso da igual)?
Está claro que hay que celebrar los días estupendos y los momentos de alegría (mucho más fáciles de gestionar), pero, ¿qué pasa con lo que nos atormenta? ¿Acaso no es mejor darles una salida, incluso compartirlos?
El destello de hoy va en esa línea y nos recuerda que una de esas salidas puede ser la sublimación artística.
Por un lado, me parece soberbio (y, según cómo, también una suerte) que Munch tuviera la capacidad de encontrar una manera mejor de soportar el dolor: no tuvo una vida fácil y, aunque fuera ella [su vida] la que le permitiera convertirse en lo que fue ( al estilo de Hércules), no hay que obviar que contaba con la posibilidad de convertirse en un bicho bola.
Por otro, me admira esa generosidad suya de querer compartir ese camino de transformación y ese deseo tan consciente de poder acompañar a otros en sus momentos de tormento, dándole un nuevo sentido a su vida, buscado o no.
En cualquier caso, Munch es un ejemplo claro de cómo el acto de crear puede ser terapéutico y un instrumento de catarsis que permita consuelo.
#EnLosMalosMomentosSeamosComoMunch.
Objetivo 1: preguntarte cómo canalizas los momentos de tormento. ¿Pintas? ¿Escribes? ¿Dibujas? ¿Bailas?…
Objetivo 2: identificar quién o qué te acompaña en los días/etapas de reto.
Protagonista: Edvard Munch.
Categoría: El arte como terapia.
Nota extra: no toda la obra de Munch refleja sombras y tormenos: sí, la muerte, la enfermedad el paso del tiempo y la angustia son los grandes protagonistas, los que le definen mejor, pero también tiene cuadros que despiertan paz, armonía y serenidad. Ahí van tres ejemplos: Noche de verano (Inger en la playa), un cuadro de la serie de mujeres en el puente o El sol, que es el que me llevaría realmente a casa: solo alguien que ha vivido grandes penurias puede pintar un sol tan espléndido.