Sí, de eso va el post.
Pero no de los que salían en Thriller de Michael Jackson.
No, de esos no.
¿Te cuento?
La historia es que el otro día terminé, al fin, un curso online al que me había apuntado.
Y digo «al fin» porque lo llevaba arrastrando desde hace meses.
El curso era tedioso y lioso y siempre volvía a él de malas maneras, con la actitud esa incorrecta de «a ver si acaba ya».
La instructora era aburrida no, lo siguiente: lo único que hacía era leer sus interminables notas sin puntos ni comas, casi sin respirar, a una velocidad tan rápida que era casi imposible pararla un momento (y reflexionar, o incluso para poder anotar algo) más allá de pausarla con el botón de «cállate, porfa» (éste: ▌▌) porque, gracias a los dioses, eran lecciones grabadas.
Y me consolaba pensando en sus alumnos preguntándome cómo alguien así podía estar dando clase en la Universidad. Para más inri, de filosofía.
Lo único que me resultaba atractivo era el tema, sobre las virtudes y la sabiduría práctica, y mi idea de aprender algo extraordinario para luego poderlo compartir contigo.
No va a poder ser (no soy más sabia para nada) así que me he sacado de la chistera un aprendizaje alternativo (ya sabes, siempre hay que buscar la parte positiva de todo), el siguiente: el curso era solo un proyecto zombi más en mi vida para que me diera cuenta de la tontada que, a veces, es continuar algo solo por el mero hecho de que lo has empezado y para que recordara, de una santa vez, que no era suficiente razón para seguir con él.
Total que, a falta de darte las claves para pensar de la forma más lúcida e íntegra (al menos, de momento), ¿por qué no tratar el tema en el blog? ¿Por qué no identificar alguno de esos proyectos y «matarlos»de una vez por todas? ¿Por qué no decidir que este último no va a ser uno más, sino El ultimísimo?
Me queda un zombi suelto (no sé muy bien que hacer con él, me doy una semana para decidirlo), pero me he cargado a 3 (puedes felicitarme) y al final estoy escribiendo el post, no está mal.
Proyectos zombi
Y quién dice «proyectos» dice «cursos», «relaciones», «trabajos», «objetivos»… incluso «sueños».
En definitiva, todos aquellos proyectos que un día empezaste con tremenda (cuanto menos, «mucha») ilusión y que luego, por inercia, orgullo o por aquello de «mejor hacer algo que nada» los sigues teniendo ahí, llenando huecos en tu agenda que podrían ser utilizados para algo que sí que tuviera más sentido en tu vida, en tu ahora, sea el que sea.
Otra de las razones es pensar que ya que llevas ese dinero y/o tiempo invertido en él, si lo dejas, será ya no un paso atrás, sino la vuelta a las cavernas.
Y como la amenaza es demasiado amenaza (valga la redundancia) para deshacerte del zombi, lo dejas ahí, no sea que le dé por resucitarte y darte las claves de la felicidad.
La realidad es otra bien distinta porque, de algún modo, puedes reconocer perfectamente el patrón y sabes que no es así.
Lo sabes porque ya te ha pasado más veces y el proceso siempre es el mismo: te enamoras de la idea, pones toda la carne en el asador, te encuentras con los primeros obstáculos, te comparas con los demás y con ese ideal estupendo (y seguramente utópico) que te has hecho tuyo, te vas desmotivando cada vez más, pones cada vez menos atención…
Hasta que se muere solo.
Eso, si no los acumulas en el limbo de proyectos a revisar con el añadido «un día de estos», una decisión que no sería del todo acertada, sobre todo si quieres conseguir una vida plena y con sentido,
Y de ahí a que hoy nos pongamos a hacer una caza de zombis.
¿Cazamos?
Para hacerte un favor a ti mismo (y que no te pase como a mí con el curso rezombi), he pensado en proponerte una actividad: hacer una revisión de todos tus proyectos actuales (los que acabes de iniciar, los que ya lleven tiempo contigo) y que decidas qué hacer con ellos desde el desapego y el respeto a tu agenda.
Se trataría de identificar aquellos proyectos que están en tu vida y preguntarte 1) hasta qué punto te aportan valor, 2) si un último esfuerzo valdría la pena (para no desecharlo solo por pereza, miedo o apatía) y 3) por qué un día decidiste embarcarte en él (por si la respuesta ya no te resuena ni va contigo).
Luego, pondrías los resultados en una escala y a los zombis con puntuaciones más bajas les darías puerta sin más, y si pestañear.
(Sí, los cazas para darles puerta, que me parece más divo y más elegante que matarlos, la verdad).
Eso sí, no te presiones más de la cuenta y si dudas con alguno, haz como yo y ponte una fecha límite para valorarlo una última vez. (Yo me he dado una semana pero quizás con un par de días tienes suficiente).
Y como siempre es mejor reflexionar con papel y bolígrafo en mano, sorpresa: ¡te he preparado una plantilla! ¿La quieres?
Apuntes finales
Una vez que te hayas desprendido de los zombis que te estaban acompañando hasta ahora, lo que sería mega de ideal (y yo también estoy comprometida en ello) es que, cuando se te presente un proyecto que te llame especialmente la atención, identifiques si es zombi o humano en 3 simples pasos.
1) Pregúntate si realmente tienes tiempo (o identifica qué ajustes deberías hacer en tu agenda —por si te compensa o no—).
2) Determina si es algo que de verdad te entusiasma o es un mero capricho de esos que luego se te pasan (en caso de duda, deja un par de días para pensarlo más en frío).
3) Busca y encuentra la razón principal por la que te gustaría embarcarte en él.
Y es que estoy convencida de que si uno tiene un fundamento claro y una motivación saludable para conseguir lo que sea, es imposible que ese proyecto se convierta en un zombi.
Bueno, menos en una caso: que el destino considerase que era un medio, no un fin y te llevara a algo mejor.
Acabo ya con una pregunta y una reflexión final extra.
1) La pregunta: en el hipotetiquísimo caso de que algún día te encontraras con un zombi (de los de verdad, ejem) que quisiera atacarte y pudieras defenderte desprendiéndote de él de una forma tan sencilla como la planteada aquí (desapegándote y matándolo solo por el mero hecho de decir «hasta aquí, porque yo lo decido»), ¿te lo pensarías tanto?
2) La reflexión final extra: ¿y si la finalidad de mi curso tedioso y lioso era justamente escribir este post en el blog? Porque, si fuera así, entonces, ¿realmente podría decir que el curso no ha valido la pena?
La vida y sus mil preguntas. En fin.