Confiesa: de primeras, te ha gustado la idea más allá de su carga militar.
Y te ha gustado porque un samurái es un guerrero noble, no un macarra cualquiera.
Un samurái es alguien íntegro, leal, valiente, disciplinado, con valores, que protege a los suyos y que tiene un comportamiento impecable.
¿Cómo no te va a gustar la idea si, justamente tú, buscas ser tu mejor versión?
Te cuento que hay un manual para «convertirte» en uno de ellos, que me lo he leído y que te traigo algunas ideas, por si te apetece incorporar alguna de ellas en tu vida diaria.
A modo preámbulo, el libro fue escrito por Yamamoto Tsunemoto en 1716. (Sí, hace 300 años por lo que aprovecho y le hago un homenaje con este humilde post).
Algunos apuntes más:
1 Yamamoto no asentó las bases de la filosofía de vida de los samuráis, sino que recopiló cómo vivían según su experiencia (él también era uno de ellos) y las palabras de otros maestros y discípulos.
2) Está basado en el código Bushido y sus 7 virtudes: la integridad, el respeto, la valentía, el honor, la compasión, la honestidad y la lealtad.
3) El manual se llamó Hagakure (la traducción al castellano más aceptada es «Oculto bajo las hojas»).
4) Tiene 65 preceptos.
Pero no, no te los traigo todos: solo he escogido 7, aquellos que he considerado que puedes poner a la práctica desde ya mismo.
La idea más interesante (a mi modo de ver) es esa preparación frente a la muerte que hace que un samurái pueda centrarse en el aquí y el ahora de una manera más plena, íntegra y honesta.
¿Vamos a ello?
Hagakure
Sobre la previsión:
El lenguaje militar emplea los términos de «samurái ilustrado» y de «samurái ignorante». Un samurái que ha esperado tenerse que enfrentar con situaciones difíciles para aprender a salir de ellas no es ilustrado. Un samurái que se preocupa por adelantado de todas las situaciones y soluciones posibles, es sabio. Será por lo tanto capaz de hacerle frente con brillantez cuando la ocasión se presente. No importa lo que ocurra, un samurái ilustrado es aquel que se preocupa de los detalles de la acción, antes de la hora. Un samurái imprevisor, en cambio, da la penosa impresión de arrastrarse en una gran confusión y su éxito solo proviene de una suerte anormal. Solo un samurái negligente no considera todas las eventualidades antes del momento de la acción. No comparto la opinión de los que preconizan una autoridad estricta y constante. Como dice el proverbio: «El pez no vive en el agua clara». Son las algas las que le permiten desarrollarse plenamente hasta su madurez. Es cuando uno pasa de los detalles y no cuida de las quejas menores cuando es capaz de procurar la serenidad a los que nos sirven. La comprensión de este principio es esencial para el que quiera comprender el carácter y el comportamiento de los demás. Cuando el Señor Mitsushige solo era un niño, se le pidió leer un pasaje de un libro del Monje Kaion; llamó a los otros niños y a los acólitos para decirles: «Os ruego que os acerquéis y escuchéis. Es muy difícil leer cuando no hay casi nadie que escuche». El monje quedó impresionado y dijo a los fieles: «Es con este espíritu que hay que hacer todas las cosas».
Sobre la actitud durante la tormenta.
Existe lo que se llama la actitud durante la tormenta. Cuando uno es sorprendido por una repentina tormenta, se puede o bien correr lo más aprisa posible o bien colocarse rápidamente bajo los aleros de las casas que bordean el camino. De todos modos nos mojaremos. Si uno ya estuviera preparado mentalmente a la idea de estar mojado, se estaría a fin de cuentas muy poco contrariado con la llegada de la lluvia. Se puede aplicar este principio con provecho en todas las situaciones.
Sobre el éxito y el fracaso:
La bondad o la maldad del carácter de un individuo no se reflejan en el éxito momentáneo o en el fracaso, aquí abajo. El éxito o el fracaso no son, a fin de cuentas, más que manifestaciones de la Naturaleza. El bien y el mal son, sin embargo, naturalezas humanas. No obstante, es cómodo, por razones didácticas, expresarse como si el éxito o el fracaso en el mundo fueran el resultado directo de un buen o mal carácter.
Sobre la determinación:
Cualquiera que sea la meta, nada es imposible de hacer cuando uno está determinado. Se puede entonces remover cielo y tierra según convenga. Pero cuando el hombre no tenga «el corazón en el vientre», no se puede persuadir de ello. Remover cielo y tierra sin esfuerzos es una simple cuestión de concentración. Es bueno desarrollar su potencia hasta la edad de cuarenta años. En cambio es aconsejable «calmarse» a partir de los cincuenta. Cuando alguien os da su opinión, hay que saber aceptar con gratitud incluso si no es de ningún interés. Solo con esta condición os comunicará lo que ha oído decir de vosotros. Es bueno dar y recibir avisos de una manera amistosa. Si en el campo de batalla no dejáis a nadie al cuidado de conducir el asalto y sois vosotros quienes tenéis la firme intención de penetrar en las filas enemigas, no caeréis, vuestro espíritu será bravo y manifestaréis vuestro valor marcial. Este consejo es una herencia de los antiguos. Por otro lado, si debéis ser derribados en el curso de un combate, estad decididos a serlo frente al enemigo.
Sobre la nostalgia del pasado:
No podemos cambiar nuestra época. En cuanto las condiciones de vida se degradan regularmente es prueba de que uno ha penetrado en la fase última del destino. En efecto, no se puede estar constantemente en primavera o verano, tampoco se puede disfrutar permanentemente; por ello es obrar en vano empeñarse en cambiar la naturaleza de los momentos actuales para reencontrar los felices días del siglo pasado. El error de los que cultivan la nostalgia del pasado viene de que no captan esta idea. Pero los que solo tienen consideración por el momento presente y afectan detestar el pasado, parecen ser muy superficiales.
Sobre cuando el agua sube:
Existe un proverbio que reza: «Cuando el agua sube, el barco también». En otras palabras, frente a las dificultades, las facultades se agudizan. Es cierto que los hombres valientes cultivan seriamente sus talentos cuando las dificultades con las que están enfrentados son importantes. Es un error imperdonable dejarse abatir por las dificultades.
Sobre el orgullo:
Alguien dijo un día: «Hay dos tipos de orgullo, el interno y el externo. Un samurái que no posee los dos es de una utilidad dudosa». El orgullo puede ser comparado con la hoja de un sable. Debe afilarse y luego volverse a colocar en la vaina. De vez en cuando, es desenvainada, sostenida y limpiada para volverla a envainar. Si el sable de un samurái siempre está desenvainado, si está siempre levantado, la gente le temerá y le será difícil tener amigos. Si por el contrario, no lo saca jamás de su vaina, la hoja se enmohecerá y la gente ya no temerá al que lo lleva.
Apuntes finales
Un samurái desea lograr su propósito y pone su alma en ello.
Todos los días y en cada instante de su vida, como si fuera el último.
Y yo creo que si tienes que quedarte con algo de esta entrada, esa sería mi elección: poner toda tu alma en las decisiones que vayas tomando y disfrutar lo que puedas del camino.
Por supuesto no hace falta que te agencies con una katana pero ¡a por todas, valiente!
[Nota adicional]: ¿Te apetece recordar las palabras de Theodore Roosevelt en su discurso El hombre en el ruedo? También son inspiradoras y van por esa senda de la excelencia que también buscaban los aspirantes a samuráis.