[Versión libre de un cuento que alguien te explica en un día cualquiera y te quedas con su esencia]
Cuenta esta historia que había una niña curiosa que, desde la ventana de su casa, veía tres albañiles trabajar: la tarea era de lo más repetitiva y los tres hacían lo mismo.
Pasaron algunas semanas, y la niña, que también era muy observadora, ya podía identificar perfectamente a los tres albañiles. Es más, aun desconociendo sus nombres, podía adivinar cómo cada uno iba a afrontar la jornada, incluso antes de empezarla: uno, el más alto, lo haría con aire molesto, «así como enfadado»; el segundo, El rubiales, como lo llamaba ella, «como si le pesara la vida»; y el tercero, que canturreaba sin parar, «como si trabajar fuera su pasatiempo favorito».
Y llegó el día en que, cada vez más intrigada con la obra y los tres albañiles, se armó de valor y, se acercó a ellos.
―Perdone, señor, ¿qué está haciendo? ―le preguntó al primer albañil.
―Menuda pregunta estúpida ―le contestó él ofendido por la intromisión. ―¿No ves que estoy poniendo ladrillos? Vete a tu casa y déjame trabajar ―prosiguió de forma faltona―.
La niña, un poco disgustada con la respuesta, decidió probar con el segundo albañil: su curiosidad podía más que su decepción.
―Perdone señor, ¿qué está haciendo?
―Nada importante, hija: solo levantando una pared…
Finalmente, no satisfecha con lo del «solo levantado una pared», decidió acercarse hasta el último abañil, «el albañil cantarín».
Y, ante su sorpresa, no le hizo falta iniciar la conversación, porque fue él quien la empezó.
―¡Muy buenos días, jovencita! ¿Eres tú la niña de la ventana, verdad? Al final te has decidido a venir a saludarnos, qué alegría me da.
Por supuesto, agradecida y contenta por tan magnífica bienvenida, la niña le contestó con cierta timidez:
―Sí, soy yo… Es que como aquí en el pueblo hay pocas novedades… Y, bueno, sentí curiosidad. ¿Te puedo, entonces, preguntar qué estás haciendo?
―Por supuesto que sí: ¡estoy construyendo vuestra «catedral»!
Reflexiones finales
Sería o no una catedral (quizá una biblioteca, un centro social o un museo antropológico, que yo prefiero darle un toque metafórico); pero es que da igual, podría ser también el nuevo colmado del pueblo, eso es lo de menos.
Este cuento nos recuerda la importancia de la [buena] actitud y cómo afecta a nuestra vida; de cómo una sonrisa nos permite lidiar mejor con los acontecimientos de la vida, haciendo que los buenos momentos sean (mucho) más placenteros y los «malos», que también los hay, menos espantosos.
La actitud de los dos primeros albañiles es veneno para sus vidas: ni el enfado ni el desdén permanentes (recordemos que la niña hacía ya tiempo que les observaba) son de ninguna ayuda más allá de aumentar su ira o su desesperanza.
El tercer albañil, en cambio, tiene una actitud más positiva: es el que pone alegría y mimo en lo que hace; el que encuentra un sentido a su trabajo; el que valora y busca la excelencia.
Porque sí, voy a asumir que es un profesional como la copa de un pino:
«Si un hombre es llamado a ser barrendero, debería barrer las calles incluso como Miguel Ángel pintaba, o como Beethoven componía música o como Shakespeare escribía poesía. Debería barrer las calles tan bien que todos los ejércitos del cielo y la tierra puedan detenerse y decir: aquí vivió un gran barrendero que hizo bien su trabajo». ―Martin Luther King
Y, de la mano de la buena actitud, esa búsqueda de excelencia; exactamente la misma que llevó a la Bartholdi a peinar de forma impecable a Libertad o a Jiro Ono a preparar el mejor sushi del mundo mundial; o, por poner otro ejemplo más mundano (y sin estrellas Michelín), el afán de Ramón a conseguir que la tortillaZA de patatas de los martes salga «perfecta»; ¿o acaso la búsqueda de la excelencia debería ser solo en el campo profesional, o cuando nos miran/evaluan? Pues eso.
Pero el cuento tiene una protagonista secundaria que no podemos menospreciar: la curiosidad, ese fantástico motor para la empatía, para sorprendernos, para enriquecernos con la diferencia.
Termino (casi) ya, pero antes:
1/ te animo a que valores el grado de actitud, excelencia y curiosidad que pones en tus días.
2/ te regalo un guiño de esos que hacen que la vida sea mucho más dulce. ¿El protagonista? un barrendero (no el de Momo, que también tuvo su espacio en el blog ), sino uno de bien salao’ que alegra la hora de recreo de los más pequeños.
[Nota extra]: uno de los temas estrella de este blog es la actitud. Aquí encontrarás algunos artículos y destellos en los que ha sido protagonista.