La protagonista de hoy es la (muchas veces) incomprendida y desvalida asertividad.
Es «incomprendida» porque en alguna ocasión se confunde con el egoísmo y es «desvalida» porque la mimas menos de lo que deberías.
Y sí, deberías tenerla en cuenta, sobre todo por una cuestión de respeto hacia ti mismo.
Seguro que puedes recuperar algún recuerdo del pasado en el que querías decir «no» y te escuchaste diciendo «sí».
Como, por ejemplo, esa hipotética noche que te encontraste comiendo en un restaurante japonés después de haber visto un dramón sueco en versión original subtitulada cuando, lo que realmente necesitabas (después de una semana «horribilis»), era una noche de pizza y una comedia de esas absurdas que te hiciera reír hasta llorar.
O piensa cuando no estabas de acuerdo en algo (en el trabajo, en casa, en la tu lugar de trabajo…) y fuiste incapaz de articular palabra.
Vamos, que seguro que si buscas un poco en el baúl de tus recuerdos acabarás con más de un ejemplo.
Y es que lo de la asertividad es un mundo y siempre podemos mejorarla.
Pero por partes.
¿Qué es la asertividad?
La asertividad es la habilidad para comunicar opiniones, pensamientos, necesidades y sentimientos de una manera directa, honesta y apropiada.
Además, requiere que defiendas tus derechos de una manera que no ofenda a los de los demás de manera que obtienes un mayor control de tu vida y una mayor autoestima.
Yo creo que expresarse y compartir opiniones, pensamientos y necesidades tendría que estar alentado —que ya no solo aprobado— por decreto y con un único límite: el respeto al interlocutor.
Pero, como no lo es, tienes que poner de tu parte. Y por eso estamos aquí, tratando el tema.
Lo que tienes que recordar es que no tienes porque opinar o pensar igual que los demás y que sí, puedes expresarlo abiertamente.
Tú piensa que el «peor» de los escenarios sería que no recibieras consideración por parte de tu interlocutor y que se mostrase irrespetuoso contigo. Pero entonces podrías quedarte con una lectura distinta y más parecida a algo así como «definitivamente, no me interesa este tipo de gente con la que no puedo charlar abiertamente sintiéndome en un ambiente seguro. Gracias vida por ponerme tan fácil decidir que no quiero esta persona en mi vida. Mejor brindo por ello y por haber sido yo en todo momento. Amen».
Por otra parte, ser asertivo no significa tener un gen de agresividad incontrolado que te vaya a convertir en un familiar de «La Masa» que, para más inri, saque fuego y cuchillos por la boca a diestro y siniestro. No, olvida eso.
Lo que tienes que tener claro es que no puedes complacer a todo el mundo a la vez (es una quimera que mejor abandonas) y que quizás te ganes alguna enemistad pero será un daño colateral y una buena mejor alternativa a mantener una relación superficial basada en el quedar bien.
Y respecto a ello, dos citas (una de ellas con guiño familiar, a mi abuela que es sabia y muy molona, que lo es):
«Hagas lo que hagas, descontentarás a medio mundo así que haz y di lo que decidas que es mejor para ti. Pero eso sí, siempre con respeto que perdiéndolo, es como se acaba en guerras» — Iaia, mi abuela
¿Tienes enemigos? Bien, eso significa que defendiste algo en algún momento de tu vida” —Winston Churchill
Y bueno, aunque no se trata de que ahora coleccionemos enemigos, , seguramente perderás mucha gente en el camino pero ten por seguro que, los que queden serán los que merecían estar a tu lado.
He aquí una cosita que te he preparado para que no olvides tus derechos en esto de la asertividad. Los sabes de sobra pero puede ayudarte a recordarlos.
Incluso, como es una imagen, puedes imprimirla para tenerla más a mano.
Una cuestión de escala
No sé tú pero yo valoro mucho la asertividad de las personas que me rodean y prefiero conocerlas desde la autenticidad.
Me gustaría que fuera así contigo, como seguro que, como yo, también ese familiar, amiga o compañero.
¿Acaso lo dudas?
Piensa en el caso contrario: ¿preferirías que Fulanito, Menganita y yo misma te dijéramos que sí a todo, que no nos cuestionáramos nada de lo que nos pidieras o que no te dijéramos que somos más de arroz que de pasta el día que nos invitas a comer a casa? Es que, a veces, incluso en temas como la comida somos capaces de comernos ese plato de lentejas que tanto nos disgusta solo por no disgustar al que nos lo ofrece (y anoto que a mí me encantan las lentejas, ¿eh?)
Pero es que de la misma manera te digo que a mí me disgustaría que te comieras ese platazo de potaje —en casa, somos de raciones enormes— si te van más los huevos fritos con patatas…
Vamos, ya ves tú lo que cuesta romper un par de huevos, ponerlos en una sartén y freír algunas patatas de acompañamiento.
Y sí, ya sé que pongo ejemplos banales pero es solo para poder coger perspectiva desde lo simple y de una forma rápida.
Además, siempre dependerá del grado de dificultad que impongas a tus decisiones.
Por ejemplo, ¿a ti te parece difícil pedir de acompañamiento patatas en vez de ensalada? Pues yo no sé tu respuesta pero seguro que alguien en este mundo se comería la ensalada por no verse en la situación de pedir las patatas.
De la misma manera, si te parece todo un reto mostrar tu desacuerdo frente a un proyecto, recuerda que en algún rincón de este mundo, a alguien le parecerá más fácil que sumar 2+2.
Es cuestión de escala. ¿Dónde quieres estar?
Apuntes finales
La asertividad origina seguridad y confianza pero no significa que uno no tenga que ceder nunca, ni que tenga que imponer su criterio frente al de los demás.
Más bien se trata de la confianza de poder compartir pensamientos, sentimientos e ideas con la seguridad más allá de la reacción que provoque alrededor.
Y sí, puede que expresarse desde la autenticidad origine un punto de nerviosismo, pero si uno se comunica desde el respeto, y respetándose, estará todo en orden.
A partir de ahora fíjate hasta qué punto te compartes de verdad y pon toda tu intención en decir lo qué piensas, sientes o ideas desde la confianza.
La recompensa es grande: serás más tú.