Anthony de Mello nació en la India en 1931, fue sacerdote jesuita y tenía especial interés en despertar la conciencia espiritual más allá del dogma cristiano.
Tanto es así que se empapó de relatos, reflexiones y leyendas de distintas espiritualidades.
El cuento que te traigo hoy pertenece a El canto del pájaro, un recopilatorio de 124 de esas historias con las que pretendía crear momentos de reflexión que nos ayudaran a seguir creciendo como personas.
Te dejo con él.
El cuento
Un hombre se encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo colocó en el nido de una gallina de corral. El aguilucho fue incubado y creció con la nidada de pollos.
Durante toda su vida, el águila hizo lo mismo que hacían los pollos, pensando que era un pollo. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e insectos, piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, al igual que los pollos. Después de todo, ¿no es así como vuelan los pollos?
Pasaron los años y el águila se hizo adulta. Un día divisó muy por encima de ella, en el límpido cielo, una magnifica ave que flotaba elegante y majestuosamente por entre las corrientes de aire, moviendo apenas sus poderosas alas doradas.
El águila miraba asombrada hacia arriba.
—¿Qué es eso? —preguntó a una gallina vieja que estaba junto a ella.
—Es el águila, la reina de las aves —respondió la gallina—. Pero no pienses en ello. Tú y yo somos diferentes a ella.
De manera que el águila no volvió a pensar en ello.
Y vivió y murió creyendo que era una gallina de corral.
Momentos de Reflexión
Si sintieras que eres un águila real, ¿te atreverías a volar? ¿Darías ese salto aunque los que te rodeasen te dijeran que es una súper locura porque solamente eres una «simple» gallina? ¿Te das cuenta de lo mucho que te perderías escogiendo la segunda opción?
No es que el águila real sea mejor que la gallina (para nada. Y estarás incluso más de acuerdo si eres tan fan de las tortillas como yo) pero, si eres un águila, tienes que volar: esa es tu naturaleza.
Tiene un poco de «chiste» necesitar recordarlo (lo de seguir tu naturaleza y demás) porque, de hecho, es algo que sabes desde la infancia, desde el día en que te leyeron El Patito Feo.
Y eso hace un montón de años. (Pero que un montón).
Es cierto que a veces uno tiene la gran suerte de encontrarse una sonrisa amiga que le ayude a su reubicación natural (¿viste el destello sobre la cosa perdida?) pero, como no es siempre es, mejor tener una actitud valiente y dar el salto, si así lo sientes.
Feliz vuelo. El que sea.