Hoy te traigo un cuento Idries Shah, uno de los maestros sufís más importantes del siglo XX, sobre todo por querer hacer llegar el sufismo a Occidente de una manera llana y práctica.
Con él descubrirás ese momento en el que sucede la magia, ese instante en el que dejamos de mirar para ver y percibir el mundo que nos rodea desde una perspectiva totalmente distinta y que, de alguna manera, pide que lo abracemos y nos fundamos en él.
El cuento del cerrajero
Había una vez un cerrajero al que acusaron injustamente de unos delitos y lo condenaron a vivir en una prisión oscura y profunda.
Cuando llevaba algún tiempo, su mujer, que lo quería muchísimo, se presentó al rey y le suplicó que le permitiera por lo menos llevarle una alfombra a su marido para que pudiera cumplir con sus postraciones cada día.
El rey consideró justa esa petición y dio permiso a la mujer para llevarle una alfombra para la oración.
El prisionero agradeció la alfombra a su mujer y cada día hacía fielmente sus postraciones sobre ella.
Pasado un tiempo el hombre escapó de la prisión y cuando le preguntaban cómo lo había conseguido, él explicaba que después de años de hacer sus postraciones y de orar para salir de la prisión, comenzó a ver lo que tenía justo bajo las narices.
Y es que un buen día vio que su mujer había tejido en la alfombra el dibujo de la cerradura que lo mantenía
prisionero.
Cuando se dio cuenta de esto y comprendió que ya tenía en su poder toda la información que necesitaba para escapar, comenzó a hacerse amigo de sus guardias.
Y los convenció de que todos vivirían mucho mejor si lo ayudaban y escapaban juntos de la prisión.
Ellos estuvieron de acuerdo, puesto que aunque eran guardias comprendían que también estaban prisioneros.
También deseaban escapar, pero no tenían los medios para hacerlo.
Así pues, el cerrajero y sus guardias decidieron el siguiente plan: ellos le llevarían piezas de metal y él haría cosas útiles con ellas para venderlas en el mercado. Juntos amasarían recursos para la huida y del trozo de metal más fuerte que pudieran adquirir el cerrajero haría una llave.
Una noche, cuando ya estaba todo preparado, el cerrajero y sus guardias abrieron la cerradura de la puerta de la prisión y salieron al frescor de la noche, donde estaba su amada esposa esperándolo.
Dejó en la prisión la alfombra para orar, para que cualquier otro prisionero que fuera lo suficientemente listo para interpretar el dibujo de la alfombra también pudiera escapar.
Se reunió con su mujer y los exguardias se convirtieron en sus amigos.
El amor y la pericia prevalecieron y todos vivieron en armonía.
Fin.
Momentos de reflexión
De ser cierta la historia, imagínate el momento en el que el cerrajero entiende el mensaje de la alfombra, menudo eureka.
Y seguro que tú también has vivido momentos similares.
¿O no te ha pasado alguna vez que tenías un lío descomunal en la cabeza y de pronto diste con la clave para desentrañarlo?
Seguro que te pusiste a dar saltos de alegría, o sonreíste, o lloraste, o te faltó tiempo para llamar a alguien querido para contárselo.
No creo que haya un momento más poderoso en nuestras vidas que aquél que descifra una clave que da mayor sentido a nuestra existencia, que soluciona un problema, que da con el movimiento ninja que nos saca del caos en el que estemos, que permite acercarnos a la libertad, que nos hace sentir que tenemos poder y decisión y que, ante todo, nos permite ser.
Pero sí, a veces nos complicamos la vida, y justamente este cuento nos recuerda que la solución puede estar ahí mismo, bajo nuestros pies, incluso de forma literal.
La cuestión es si queremos mirar de verdad (no solo ver) y hacer lo conveniente para que lo abstracto pase a ser una realidad, que es cuando entran en juego la pericia, la creatividad y la planificación.
¿Habrá que ir por la vida con los ojos más abiertos con la confianza de saber que somos suficientes para lidiar con cualquier situación? Habrá.