¿Hasta dónde podría llevarte un simple punto?
El cuento de hoy (que es precioso), te desvela ese preciso instante en el que todo cambia, el momento en el que tu vida, de repente, cobra un nuevo sentido y descubres algo de ti que te impulsa a mejorar.
Y todo ello alternando valores como el respeto, la libertad y la confianza.
Te dejo con él y te recomiendo con cariño que te hagas con un ejemplar y lo regales a los pequeños (o no tan pequeños) de casa animándoles a que, también ellos, encuentren ese primer «punto».
Disfruta de esta historia de Peter H. Reynolds, que lo harás.
El cuento
La clase de arte había terminado, pero Vashti se había quedado pegada a su asiento. Su hoja estaba en blanco.
La profesora se inclinó sobre la hoja:
—¡Ah!, un oso polar bajo una tormenta de nieve, —dijo.
—¡Muy divertido!, —contestó Vashti—. No se me ocurre qué dibujar.
La profesora de Vashti sonrió.
—Haz solo una marca y mira adónde te lleva.
Vashti dejó su marca hundiendo el lápiz en el papel de un solo golpe.
—¡Ya está!
La profesora tomó la hoja y la estudió atentamente.
—Umm…
Devolvió la hoja a Vashti y tranquilamente dijo:
—Ahora, fírmalo.
Vashti pensó por un momento «Bueno, quizá no sepa dibujar pero sí sé escribir mi nombre».
A la semana siguiente, cuando Vashti entró en la clase de arte, se llevó una sorpresa al ver lo que colgaba por encima de la mesa de su profesora.
Era el punto. ¡Había enmarcado SU PUNTO! ¡En un marco dorado!
—Umm… ¡Puedo hacer un punto mejor que ÉSE!
Abrió su caja de colores, nunca antes estrenada, y se puso a trabajar.
Vashti pintó y pintó. Un punto amarillo. Un punto verde. Un punto rojo. Un punto azul…
Mezclando el azul con rojo descubrió que podía pintar un punto VIOLETA. Vashti siguió experimentando. Hizo un montón de puntos de muchos colores.
«Si puedo hacer puntos pequeños, también puedo hacer puntos GRANDES».
Vashti esparció los colores con un pincel más grande, en un papel más grande y pintó puntos más grandes.
Llegó incluso a hacer un punto SUB pintar un punto.
Unas semanas después, en la exposición de la Escuela de Arte, los puntos de Vashti causaron sensación.
A Vashti se le acercó un niño pequeño que le dijo con admiración:
—Eres un gran artista. Cómo me gustaría pintar como tú.
—Seguro que sabes, —le contestó Vashti.
—¿YO? No, yo no. No sé trazar ni una línea recta con una regla…
Vashti sonrió. Le acercó al niño una hoja de papel en blanco.
—A ver… —le dijo.
El lápiz del niño temblaba mientras trazaba su línea.
Vashti miró atentamente el garabato del niño. Luego dijo:
—Y ahora … fírmalo, por favor.
Apuntes finales
Lo sé, es súper chulo.
Pero no te quedes solo con eso y recuerda la importancia de:
1) Dar un primer paso.
2) Confiar en que puedes darle la vuelta a la frustración.
3) La motivación de los que te rodean. (Y la motivación a que vuelen con sus alas que tú les puedes dar).
4) La curiosidad como motor para mejorar.
5) El disfrute que ocasiona el proceso de explorar.
6) La perseverancia como parte del éxito.
Así que ya sabes, a partir de ahora, y en adelante, cuando te sorprendas con un «no puedo» o un «es que no sé…», vas a soltar un «Venga va, voy a probar a ver qué sale. Voy a hacer… lo que haría Vashti».
Y tú, ¿descubriste tu «punto»? ¿Cómo lo descubriste? ¿Tuviste la suerte de Vashti encontrándote una maestra que te animara a explorar tus talentos?, ¿Fue alguien de tu familia? ¿Sigues en la búsqueda?
[Nota extra]: al final de la historia, el autor (Peter H. Reyolds) dedica el cuento al Sr. Matson, el que fuera su profesor de matemáticas en 7º grado, él mismo que le animó a poner su marca. Nunca está de más agradecer y reconocer. Y ese es el punto de propina de este gran cuento, que lo es.