Hoy es el turno para una leyenda árabe que me contaron el otro día.
Me pareció súper bonita y de esas que se pueden contar en cualquier momento.
Es una adaptación de una adaptación de una adaptación y a los protagonistas les he decidido llamar Ashrab y Tarek.
El cuento
Érase una vez, dos amigos que andaban por el siempre sofocante desierto. Habían perdido sus camellos y tenían que cargar con todos sus bártulos.
Estaban exhaustos y hartos de un camino que cada día se les hacía más largo.
Era un camino interminable.
Lo cierto es que llevaban más de una semana y no veían el momento en el que podrían, por fin, volver a sus casas.
La comida y el agua escaseaban, les dolían las piernas, tenían la espalda hecha añicos, sus caras estaban totalmente quemadas por el sol…
El camino se estaba convirtiendo en una tortura y, definitivamente, en todo un reto.
Entonces, en un momento de desesperación Tarek empezó a gritar a Ashraf culpándole por la pérdida de los camellos y de la ruta elegida.
No cabía en su furia y, estando fuera de sí, insultándole como nunca antes lo había hecho, plas, le pegó una bofetada.
Ashraf no dijo nada pero sintiéndose ofendido y triste, se sentó y escribió en la arena «Hoy mi mejor amigo me pegó en la cara».
Por la noche, ninguno de los dos podía conciliar el sueño pero seguían sin hablarse.
A la mañana siguiente, Tarek se acercó arrepentido a Ashraf y le dijo:
—Por favor, perdóname. Sé que ayer no me comporté bien contigo…
Y siguieron su camino hasta llegar a un oasis en el que, por fin, podían darse un baño.
Entonces, algo le pasó a Ashraf: perdió el conocimiento y parecía que iba a ahogarse.
Pero Tarek fue en busca de su amigo y le salvó.
Una vez que Ashraf pareció recuperarse del todo, los dos amigos retomaron la ruta hasta que, al cabo de un rato, Ashraf se paró en frente de una enorme roca, sacó su puñal y escribió: «Hoy mi mejor amigo me salvó la vida».
Fue entonces cuando Tarek, preso de la curiosidad, le dijo a su amigo:
—Ashraf, el otro día, cuando te insulté y pegué una bofetada lo escribiste en la arena. Hoy, que te he salvado, lo escribes en una piedra. ¿Por qué?
A lo que el amigo contestó:
—Cuando un gran amigo nos ofende, debemos escribirlo en la arena. Ahí, el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo, pero cuando pasa algo grandioso, debemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón, donde jamás ningún viento podrá borrarlo…
Momentos de reflexión
Lo sé, es una historia genial.
Y tiene una moraleja bien clara: mejor escribes las heridas en la arena y las cosas buenas, en la piedra.
Pero sí, una cosa es la teoría y la otra la práctica. Me refiero a que seguro que tienes alguna historia por ahí que te costó perdonar y olvidar o que, incluso, de vez en cuando recuperas y sigues sufriendo porque en ese momento la escribiste en piedra.
Lo ideal sería que el cuento te ayudara a coger perspectiva y que cogieras esa misma piedra para hacerla añicos.
¿Trato?
Eso sí: celebra todos aquellos buenos momentos que están escritos en piedra y que te hacen sentirte más vivo.