El tema principal del post de hoy era (y es) el Complejo de Jonás pero como me parece interesante relacionarlo con la Pirámide de las necesidades y la metamotivación, te traigo un 3X1.
En los años 40 del siglo pasado, el psicólogo estadounidense Abraham Maslow formuló una teoría en la que jerarquizaba las necesidades humanas.
Lo hacía en 5 niveles y las plasmaba en forma piramidal.
Seguro que la conoces pero vamos a repasarla un poco antes de entrar en «el tema», porque el Complejo de Jonás está relacionado con una de esas necesidades, la que está más arriba de la pirámide (la necesidad de autorrealización) y por qué necesita una motivación especial (metamotivación).
La Pirámide de Maslow
En la parte inferior (los 4 primeros niveles) encontramos las necesidades más elementales y, en la superior (el nivel de más arriba) la necesidad más elevada y última, la de autorrealización.
Los 4 primeros niveles inferiores (necesidades fisiológicas, de seguridad, de realización y de autoestima) se relacionan con déficits que tienen que ser cubiertos.
El nivel superior es una necesidad existencial que se corresponde al deseo de llegar al máximo potencial de uno mismo.
Según Maslow, para llegar a ese último estado las demás necesidades tienen que ser cubiertas.
Y aquí es donde saltaría yo y discreparía con él.
Le diría que, asumiendo eso como cierto, estaría aceptando que el último nivel de su pirámide está solo al alcance de unos pocos elegidos y que me parecería injusto (yo y mi sentido de justicia) que fuera así.
Además, añadiría que su afirmación solo provocaría conformismo y un estado de «yuyu» permanente a aquellos que alguna vez habían soñado ser más de lo que eran, impidiéndoles su momento de grandeza.
Y entonces Maslow me diría: «Eso es exactamente lo que podemos aprender de la historia de Jonás y la importancia de la metamotivación. Por partes…».
Jonás
En La Biblia, Jonás era un profeta de Jehová que recibió una misión importante: predicar en la ciudad pagana de Nínive (en ese momento, capital asiria) y avisar a sus habitantes de que sería la ciudad sería destruida.
Pero ¿qué hizo él? Pues desobedecer. Vamos, que no fue.
Lo que no sabía Jonás es que, hasta que no aceptara el «encargo», el destino le perseguiría para que lo hiciera.
(Lo sé, intrigante).
En una de estas, Jonás viajaba en barco.
Era un viaje horrible: el tiempo estaba revoltoso y había muy mala mar.
Lo que pasó entonces es que la tripulación se enteró de que el temporal era culpa de Jonás (justamente porque no había aceptado su destino) y decidieron abandonarlo en alta mar.
Perdido a su suerte, y por si fuera poco, apareció un enorme pez (o una ballena, nunca me ha quedado claro)… y «glups», se lo tragó.
Entonces, después de 3 días de reflexión en la oscuridad del interior del pez (o de la ballena o del monstruo marino que fuera), solo después de que Jonás se comprometa a llevar a cabo la misión de Jehová, su Dios lo devuelve a tierra firme para que el destino se cumpla
Pero la historia no acaba aquí.
De primeras, la profecía de la destrucción de Nínive nunca llegó a pasar.
Los habitantes se enteraron de que Jehová planeaba castigarles por su maldad con la destrucción de su ciudad, se arrepintieron frente a él y, entonces, recibieron su perdón.
Jonás, al conocer la noticia, se enfadó entonces con Jehová sin darse cuenta de que su misión real (y la grandeza a la que estaba destinado) era justamente salvar a Nínive — y a sus habitantes— de su destrucción y aprender, después, la importancia de la compasión y del perdón.
El Complejo de Jonás
Más allá de su «punto bíblico», el ejemplo ilustra bien el complejo que lleva su nombre : ¿Por qué desobedeció Jonás? ¿Para llevar la contraria a su destino, por fastidiar a Jehová o… por miedo a su grandeza?
Maslow pensó que quizás la respuesta estaba en la última opción y, como me parece sugerente, vamos a dedicarle unas líneas.
Lo que hizo Maslow fue relacionar esa actitud evasiva de Jonás a cumplir su misión a la «huida» que, muchas veces, escogemos ante la responsabilidad de llegar al máximo de nuestras capacidades.
Y es una huida con consecuencias nefastas porque aborta las posibilidades de llegar al quinto y último nivel de la pirámide, que es el mejor: la autorrealización.
Socialmente, es mucho más aceptable y comprensible temer al fracaso pero ¿y si es el miedo a la grandeza el que frena a ser más y mejor? ¿Y si es justamente ese miedo la mayor de las trabas?
¿Sientes que tienes una misión? ¿Esperarás a que te trague un pez gigante para reflexionarlo?
Bueno mejor olvida lo del pez pero pregúntate si haces lo posible para dar al mundo lo mejor de ti y si, sobre todo, te escuchas.
La Metavotivación
Bueno, es de lógica aplastante: para llegar a la cima de la pirámide, tienes que tener una motivación distinta y más sutil que en los demás niveles.
También tienes unas metanecesidades distintas, aquellas que te acercan al conocimiento, a la sencillez, a la creatividad y a la excelencia.
Según Maslow, son 14: unidad, armonía, consumación, justicia, riqueza, esencia, espontaneidad, belleza, bondad, unicidad, diversión, autosuficiencia, verdad y significado de la existencia.
Entonces, ¿qué te metamotiva?
Desde la unidad y el equilibrio, ¿qué puede acercarte a dar lo mejor de ti?
Apuntes finales
Te voy a proponer que te pares un segundo para identificar dónde estás y qué sientes.
¿Es ese «lugar» acorde a ti y a esa grandeza que tienes?
Haz caso a Maslow:
“Si tú planeas deliberadamente ser menos de lo que eres capaz de ser, entonces te aviso que serás infeliz por el resto de tu vida”. — Abraham Maslow
Por supuesto busca el equilibrio entre tus anhelos y tu realidad pero no dejes que esta última aniquile ninguno de tus deseos.
Y, en momentos de flaqueza, si eso, recuerda a Jonás.