Turno para un pequeño relato de Khalil Gibran, uno de esos autores que no necesitan muchas palabras para revelar grandes secretos ni muchas líneas para hacernos reflexionar.
Quizás acabas haciendo un inventario en casa y encuentras joyas y objetos de gran valor…
El cuento
Vivía hace tiempo en la montaña un hombre que tenía una estatua, obra de un viejo escultor.
La había dejado boca abajo en un rincón de su cabaña, y no se preocupaba de ella para nada.
Pero un día acertó a pasar por allí un hombre que venía de la ciudad. Como era un hombre culto, al ver la estatua, preguntó al dueño si estaba dispuesto a venderla.
El dueño lo tomó a risa y dijo:
—Pero, ¿quién va a comprar esa piedra sucia y descolorida?
El hombre de la ciudad dijo:
—Te doy por ella esta moneda de plata.
Y el otro quedó satisfecho y feliz.
La estatua fue llevada a la ciudad a lomos de un elefante. Después de muchas lunas, el hombre de la montaña bajó a la ciudad.
Mientras caminaba por la calle vio que la gente se apelotonaba delante de un edificio, donde un hombre pregonaba a voz en grito:
—¡Pasen a ver la estatua más bella y maravillosa del mundo! ¡Solo dos monedas de plata por admirar la obra de arte de un gran maestro escultor!
Y el hombre de la montaña pagó dos monedas de plata y entró al museo para ver la estatua que él mismo había vendido por una sola moneda…
Apuntes finales
¿Valoramos todo lo que tenemos y en su justa medida? ¿Por qué muchas veces lo del otro nos parece mejor?
Este cuento me recuerda un poco a la historia de El anillo del anciano profesor. De alguna manera se complementan.
Si valoras lo que eres, tienes y te rodea, tu felicidad y el valor de justamente eso (lo que eres, tienes y te rodea) no dependerá de nadie excepto de ti, que es la única opinión que cuenta y la más importante.