¿Puede celebrarse un fracaso? ¿Hasta qué punto un fracaso no puede considerarse un éxito?
De hecho, ¿qué es el éxito? Éstas son algunas de las mil preguntas que me acabé preguntando después de ver Eddie The Eagle, la película sobre un hombre que se convirtió en un héroe y cuya historia es tan inverosímil que cuesta creer que sea real pero, vamos, que lo es.
Te presento a Michael Edwards, más conocido como «Eddie el Águila» y, para mí, desde ya mismo, también «Sr. Determinación».
7 pinceladas
- Michael (a partir de ahora, Eddie) es un niño que sueña en ir a las Olimpiadas, aunque tiene algunas limitaciones físicas y otras sociales (nadie se toma al chico muy en serio, excepto su madre).
- Con aquello de que quiere ser olímpico SÍ o SÍ, va probando distintos deportes, consiguiendo algunos éxitos en el esquí.
- Aun logrando buenas marcas no lo aceptan en el equipo de esquí para los Juegos Olímpicos de Calgary 1988.
- A contrarreloj, ve la posibilidad de asistir desde otra modalidad: el salto.
- Durante poco más de un año y medio, se centra única y exclusivamente en su preparación para poder calificarse.
- No lo tiene fácil: de primeras, no cuenta con el apoyo de los que saben de su objetivo ni tampoco del Comité Olímpico Británico, que le va poniendo trabas y marcas a superar.
- Hace las pruebas de calificación y. tachán, se califica.
La historia va un poco más allá, con su reacción y la del mundo, pero lo dejo aquí.
Batallón de Reflexiones: 5 lecciones
#1. ¿«Demasiado tarde. Es imposible»? Mejor cambia de mantra.
Eddie empieza con lo del salto sin tener preparación alguna y superados los 20 años de edad.
Todavía es joven, sí, pero ya sabes que en esto del deporte de élite tienes que iniciarte a edades tempranas o lo más probable es que acabes siendo amateur.
Pero él está decidido en conseguir su objetivo (ir a los siguientes Juegos Olímpicos) y le da absolutamente igual de que se mofen de su osadía.
No se compara con nadie, sino que trata siempre de ir mejorando y, por supuesto, no deja que ninguna opinión ajena desfavorable le quite su sueño.
¿Y sabes el primero que siempre le está recordando que es «tarde» y que no vale «tanto»? Su padre.
Pero no solo él, sino también el Comité Olímpico, los demás competidores e incluso su entrenador, que se resiste a entrenarlo.
Sea como sea, para eso está el tiempo, para poner a cualquiera en su sitio así que eso, fue solo cuestión de tiempo.
Lo que es importante aquí es que Eddie no conoce la palabra “imposible” y su único credo es una cita que lee en un libro sobre los Juegos Olímpicos que le recordaba que «un deportista olímpico no es un set de aptitudes ni un Dios sino alguien que persevera y que nunca abandona».
Como curiosidad, luego acaba conociendo a, Warren Sharp, que fue quien la dijo y siendo entrenado por uno de sus pupilos, Bronson Peary.
#2. ¿No puedes solo? Pide ayuda.
Eddie es súper creativo y sabe buscarse la vida.
Ahora, con lo de internet, es mucho más fácil pero me cuesta imaginar cómo se lo montó para buscar los recursos que fue necesitando.
Pero lo hizo.
Cuando toma la decisión de apostar por el salto olímpico, sabe que no puede hacerlo solo así que coge sus ahorros, pide ayuda económica a su madre, coge sus cosas, se lleva la furgoneta de su padre (con permiso de su madre) y se va hasta Alemania, el mejor lugar para prepararse.
Ahí conoce a un antiguo saltador y no parará hasta convencerlo de que le ayude a conseguir su sueño. «Sin tu ayuda, no podré mejorar».
Sabe de sus limitaciones, sí, pero su determinación puede con todo.
#3. ¿Necesitas poderes? Pon una caja en tu vida.
Hay un momento en la historia de Eddie que, aunque no es objetivamente determinante, me parece que es toda una declaración de intenciones por parte de los dos protagonistas implicados: su madre y él mismo.
La madre, sabiendo de los sueños de su hijo le da una caja para que guarde sus medallas.
En ese momento es solo un niño con aspiraciones y con pocos triunfos pero la guarda como un pequeño tesoro.
Y sí, al principio no puede guardar ninguna medalla, pero sí todas las gafas que va rompiendo en sus intentos y en los deportes que va probando, que son muchos.
Para mí no dejan de ser dos bellas metáforas: con la caja, la madre muestra plena confianza en su hijo (que nunca perderá porque su apoyo es infinito. Brutal lo de la camiseta con el mensaje «Soy la madre de Eddie») y, guardando las gafas, el niño recuerda su determinación en conseguir su propósito.
Por supuesto, esta caja le acompañará siempre y su madre se asegurará de que la lleve a los Juegos Olímpicos. Es una caja con poderes.
#4. ¿Miedo a ser tú mismo? Déjalo atrás y exprésate.
Eddie quedó el último en su modalidad pero lo celebró por todo lo alto, bailando y haciendo unos movimientos con los brazos que inspirarían al que luego fue su apodo: «El Águila».
Puede que su reacción fuera algo desmesurada, pero lo único que hizo fue ser él mismo, sin reprimirse.
Y el público pasó de la sorpresa inicial (y del «¿Qué hace este loco celebrando que no ha ganado nada?») a una postura más empática (y del «Wow, mira qué tipo más genuino que sabe que lo importante es participar»).
Pero no quedó ahí y cuando conocieron su historia, quedaron rendidos a sus pies.
La lección aquí es que, siendo uno mismo, puedes acabar inspirando a los que te rodean.
Y no es poco.
#5. Si sientes que no has llegado a tu límite, sigue adelante.
Más allá de ese éxito repentino, hay una locura que es la que le hizo convertirse realmente en una leyenda: saltar desde los 90 metros, algo que nunca había hecho antes y que podía acabar en un accidente fatal.
Porque sí, Eddie saltó. Es más, realizó un salto correcto y, lo más importante, sobrevivió lo que es, ya no la guinda del pastel, que también, sino ALGO INCREÍBLE.
Lo hizo por una decisión personal, porque era su momento y para demostrar al mundo que no era un bufón, que «lo suyo» era muy serio. Quiere aprovechar la ocasión para probar que la gente está equivocada con él y porque, como le recuerda el mejor de los competidores, tienen que dar lo mejor de sí y él sintió que podía.
¿Y sabes? yo creo que el inglés no se mató gracias a la Divina Providencia que le hizo una súper recompensa extra a su determinación, tal cual.
Apuntes finales
Y pensar que todo empezó por un libro que cayó en sus manos y que se titulaba Momentos de gloria…
Eddie no triunfó en el sentido clásico (fue el último en su modalidad y su carrera profesional terminó ahí) pero lo hizo por su perseverancia, por su resiliencia, por aquella actitud suya de no darse por vencido luchando por sus sueños.
Es más, en una entrevista al Diario Telegraph, dijo que nunca se había sentido un fracaso, que había conseguido llegar a Calgary y que, aun sabiendo que acabaría el último, dio lo máximo, por lo que su participación fue su medalla de oro.
Nada, que el Barón de Coubertain estaría súper orgulloso de su chico olímpico.
¿Tienes ya tu caja?
[Nota adicional]:
Si te apetece, en el blog tienes dos historias más con un cierto parecido a la de hoy. Sus protagonistas también son dos seres especiales que, aun no estando muy bien aceptados por la sociedad, lograron expresarse a su manera. Dos historias semejantes de antihéroes que superan un mundo que se mofaba (o lo intentaba) de ellos: Nello (también británico) y Petit Pierre.