Una luciérnaga y una serpiente son las protagonistas de la fábula de hoy. Es de una adaptación de una fábula de Esopo.
Como preámbulo, déjame contarte que va sobre la capacidad de brillar y también sobre la envidia, un sentimiento «nada estupendo», sobre todo si en vez de aprovecharlo para superarse, se utiliza para intentar desacreditar o hacer daño.
La fábula
Érase una vez una luciérnaga que volaba feliz y a su aire atravesando campos y bosques.
Y también una serpiente que tenía mucho hambre.
Cuando la serpiente se encontró con la luciérnaga la miró con deseo, se le acercó e intentó comérsela…
Pero la luciérnaga, astuta y ágil, esquivó el ataque volando rápidamente hacia los árboles.
Lejos de darse por vencida, la serpiente seguía persiguiéndola por lo que la luciérnaga solo tenía una opción: seguir huyendo de la feroz depredadora cada vez más rápido y aunque tuviera cada vez más miedo…
Pasó un día entero y nada, la serpiente no desistía.
Dos días, y lo mismo.
Al tercer día, casi al límite de sus fuerzas, la luciérnaga paró y le dijo a la serpiente:
—¡Espera un momento! Sé que estás tan cansada como yo. Paremos un momento: ¿Puedo hacerte 3 preguntas?
A lo que la serpiente contestó…
—Normalmente no respondo a preguntas de mi futura comida pero me has intrigado así que está bien, te concedo el privilegio antes devorarte. Adelante, pregúntame.
—¿Pertenezco a tu categoría de alimentos? —preguntó la luciérnaga.
—No —contestó la serpiente.
— ¿Te he hecho algún mal? —siguió preguntando.
—No —volvió a responder.
—Entonces, ¿por qué quieres terminar conmigo? —prosiguió la luciérnaga.
—¡Porque no soporto verte brillar! —terminó diciéndole la serpiente.
Y en el momento en que la serpiente hizo ademán de atacarla de nuevo, la luciérnaga, una vez más, hizo uso de sus alas… y volvió a escapar.
Momentos de Reflexión
Puede que alguna vez te hayas encontrado preguntándote por qué te han atacado si no has hecho nada malo ni daño a nadie.
La fábula de Esopo te da una posible respuesta: porque hay algunos que no soportan verte brillar.
Sabiendo eso, a partir de ahora, ya sabes que tienes que hacer: pasar totalmente de las serpientes y seguir tu camino.
Ahora bien, «empápate» de la luz de las demás luciérnagas (incluso de las que brillen más que tú, sin convertirte en una pseudoserpiente) y comparte la tuya.
¿Te parece buena idea?