(Y me darás la razón cuando acabes de leer la publicación de hoy.
E incluso les pondrás nombres)
Dice Mercè Roura que ama la imprudencia de sus palabras y que escribe por necesidad.
Yo digo que ella escribe en ese lenguaje del alma que entrelaza palabras que hacen vibrar y que esa necesidad que comenta es proporcional a la nuestra por leerla.
Conocí a Mercè en el aeropuerto, en la puerta de embarque del mismo vuelo. Nos sentamos al lado y al minuto ya sabía que era una mujer especial. Solo me faltó confirmarlo. Y lo hice. Encima, es todo amor, que ya es todo un hallazgo de por sí (o ya me dirás tú a cuántas personas «todo amor» conoces tú). El destino no quiso que nuestros asientos en el avión fueron contiguos, que fue una pena (y que hubiera sido la guinda del día, claro), pero después seguí conociéndola a través del email y de ese precioso blog en el que se comparte de una manera tan pura que no puede sino resonar con esa parte más bonita que todos tenemos, la tengamos más o menos escondida: nuestra esencia.
Ya hace tiempo que quería compartir contigo uno de sus escritos, pero como comportaba descartar el resto, lo fui posponiendo.
Pero sí, por fin ya tengo mi elección, y espero que te inspire tanto como aquellas personas que la inspiran a ella, que me atrevo a afirmar que sí, que así será.
A Mercè la puedes seguir en su blog La rebelión de las palabras y en los dos libros que tiene publicados, a cual más positivo y bonito: Cosas que debí decirte hace cien años y Amo la imprudencia de mis palabras.
Te dejo con ella.
Las personas que me inspiran
No conozco a nadie que sea extraordinario que no haya vivido un conflicto importante. Nadie que sea único que no haya tenido que librar una batalla dantesca con sus propios demonios… La excelencia surge siempre de ponernos a prueba y dar un paso más. Aunque no resolvamos ese conflicto, aunque no ganemos, sencillamente por el hecho de afrontar ya creces. Es un poco como pasar a un nivel superior donde te cruzas con personas que saben más y tu cabeza se despeja de todo aquello que te ofusca para que puedas concentrarte en lo que te hace evolucionar. Surge de vivir intensamente y llegar a ese punto en que debes ser mucho tú mismo para soportar la presión, cuando ya no te avergüenzas de nada… Nace del no poder más y gritar, de decidir explotar de una vez y seguir tus ideas y sensaciones pase lo que pase.
Nunca he encontrado en el camino a nadie maravilloso que no llevara algunas espinas clavadas, ni la marca de unos dientes en la conciencia o la espalda. Nunca he visto a nadie que valga la pena que no tenga cicatrices… Los arañazos son dolorosos pero te despojan de capas de piel cubiertas de miedo…
No sé de nadie que haya crecido sin tener que serpentear, arrastrarse, mutar de forma o cambiar de estado. Los que acaban descubriendo que saben volar es porque un día estuvieron al borde del precipicio y no tuvieron más remedio que saltar confiando en desplegar unas alas que jamás habían tenido la certeza de que estaban en su espalda… Aunque las habían soñado y casi notado mil veces. El mero hecho de encontrar en ti esa confianza para saltar ya te transforma.
Las personas más sólidas que he conocido llevan a sus espaldas los miedos más terribles. Y todas han aprendido a tenerlos a raya y sacarles partido. Los han superado, aunque los lleven un poco prendidos en la espalda y, de vez en cuando, al bajar un poco la guardia, sus temores más rotundos les enseñan los dientes y les mordisquean la nuca para que recuerden que siguen ahí… Y esas personas hacen lo mismo, miran a sus miedos y los identifican, para tomar una posición de poder ante ellos. Al final, no se trata de no tener miedo, sino de manejarlo.
La personas más grandes que he conocido han aprendido a reírse cuando el asco sube por su garganta y a atisbar un hilo de esperanza que casi no se ve, suplicando encontrar la madeja para sobrevivir. Se han remendado por dentro mil veces y han encontrado alguna razón para levantarse después de una noche eterna de lágrimas. La más importante, reírse de ellos mismos y llevarle la contraria a la adversidad.
Las personas que me han inspirado son fuertes y, al mismo tiempo, tiernas. Han salido de su mundo para verlo desde otra perspectiva. Han convertido el dolor en algo hermoso, hay conocido su punzada y han sabido mantenerla a distancia sin esconderse… Conocen hasta donde llegar en cada momento y saben ir superando esos límites. De tanto intentar, subir y bajar, adaptarse y cambiar, son elásticas. Siempre se recomponen. Se pegan, se empastan, se cosen. Encuentran la forma de buscar alicientes de manera constante… Encuentran un tiempo para todo y viven.
Las mejores personas que he conocido aman siempre. Aman lo que pisan y miran, lo que tocan, lo que les hace reír y, a menudo, también lo que les ha hecho llorar. Aman todas y cada una de sus sensaciones, incluso las punzadas de dolor, para aprender de cada instante… Aman a otros y se aman sí mismas. Aman intensamente, porque saben que nunca se quedarán vacías por amar.
Siempre ponen sus propias normas. Viven según su código. No se obsesionan por las palabras que dicen de ellos personas que no responden a sus valores. No esperan aplauso, ni se rinden ante el abucheo. No aceptan regateos ni caben en los esquemas de otros, no esperan ninguna señal para actuar porque saben que sería una excusa para permanecer inmóviles.
Han aprendido a perder desde la infancia. No lo han tenido fácil. Han convertido el perdonar en hábito y el fracaso en una victoria. Siempre aprenden, a veces de otros, cada día de sus titubeos.
Caminan por la cuerda floja y soportan perder el equilibrio. Aguantan la incertidumbre de arriesgarse a caer todos los días. Pueden hacerlo porque no confían en la cuerda sino en sí mismos.
Tienen sueños a puñados. Algunos nos harían reír por simples y entrañables. Otros nos causarían vértigo porque parecen imposibles. Y han descubierto que pueden superar sus sueños, porque no se atan a nada que les haga perder un minuto de felicidad. Sus metas les ayudan a arrastrarse cuando están cansados, pero no están asidos a ellas. Nada les ata a nada, más que su confianza en ellos mismos, en saber que encontrarán la forma de seguir. Porque saben que los sueños no son hipotecas y son capaces de cambiar de rumbo si hace falta en un momento…
Las personas que me inspiran se dejan llevar por sus pasiones. Se envuelven en ellas pero saben controlarlas, como si se sumergieran en el mar y nunca dejarán de nadar para que el agua no les cubra.
Las personas más increíbles con las que he topado abrazan la soledad, pero adoran la buena compañía. Han encontrado un lugar, en uno de los rincones de su ser, donde siempre hay calma. Un lugar desde el que se puede contemplar el delicioso baile de la lluvia y decidir si salir a mojarse o acurrucarse tras el cristal. Y a menudo, se mojan… Porque saben que la única manera de llegar a la meta es lleno de barro.
Apuntes finales
Ante tanta belleza entenderás que poco más puedo aportar, pero ahí va un minipack de reflexión con un testimonio, una propuesta y un deseo.
El testimonio: he reconocido en las palabras de Mercè nombres propios de gente que ha pasado por mi vida y por las que estoy eternamente agradecida, aquellas que me han inspirado en mayor o menor medida, ya sea porque llegaron en el preciso momento, o porque su recuerdo me rescató en un momento de reto. (Y no, no todas ellas tienen un puesto de honor en mi ALDELGRAN*, pero sí una sonrisa y un agradecimiento cuando las recuerdo).
La propuesta: te propongo identificar algunas de esas personas «importantes» y enviarles algún tipo de nota (pero no un mensaje por whatsapp, por favor), llamarlas o hacerles un pequeño detalle para que sepan lo mucho que han aportado en tu vida: será bonito, les arrancarás una sonrisa y tú te sentirás en estado de gracia al lado de la diosa Ganesh (por ejemplo, pero escoge la divinidad que quieras, solo faltaría).
El deseo: espero que estas palabras te motiven a ser mejor e iluminar a lo que te rodean, que nunca sabes a quien puedes inspirar o cambiar la vida, incluso aunque lo hayas pasado tan sumamente mal que te parezca un imposible mejorar el día de alguien. Si te sirve de algo, yo, como Mercè, «nunca he visto a nadie que valga la pena que no tenga cicatrices…».
…………
[*ALDELGRAN, ALtar DE Los GRANdes, término mandalayco que alberga aquellas personas que han sido importantes o han aportado algo especial en mi vida, las haya conocido en persona o no, que hay algunas que abandonaron este mundo ya hace siglos, pero que, aun así, tienen su plaza en mi altar particular, y vaya si la tienen].