Hoy te traigo algunas lecciones que hemos encontrado en casa viendo En Busca de Bobby Fischer.
También he buscado en internet información complementaria para saber qué pasó después con Joshua Waitzkin, el protagonista real y la inspiración para las reflexiones de este post.
Porque este post, como la película (y tal como adelanta su título), va más allá del ajedrez: honda en la naturaleza humana, en lo que dicta la razón pero sin descuidar las elecciones del corazón.
Como apunte extra, sabiendo que el guión de la película fue escrito por el padre de Josh, asumo que está bastante ajustado a la realidad de lo que realmente pasó, que siempre se agradece.
5 Pinceladas (sobre Bobby y Josh)
- Bobby Fischer fue un niño prodigio del ajedrez que en 1972 se convirtió en el primer estadounidense en proclamarse Campeón del Mundo (de ajedrez, claro) y terminar con acabar con más de 30 años de hegemonía rusa. Bobby era un obsesionado del ajedrez y, como algunos genios, acabó sumido en la locura.
- El éxito de Bobby hizo que muchas familias estadounidenses se interesaran por el ajedrez y muchas de ellas pusieron a sus hijos frente al tablero, buscando su relevo.
- Josh Waitzkin tenía 7 años cuando sus padres descubrieron su talento innato para el ajedrez. Contrataron a un profesor prestigioso (Bruce Pandolfini) y lo prepararon para competiciones mayores. Paralelamente, Josh aprendió un estilo de juego callejero al lado de Vinie, un jugador habitual en las partidas del parque de Times Square.
- Josh resultó ser un gran relevo para Fischer pero el ajedrez nunca fue una obsesión.
- Josh brilló (y sigue brillando) en muchas otras áreas.
Batallón de Reflexiones: 5 lecciones
1. El talento innato no significa tener que renunciar a la infancia.
La película se centra en Josh pero hay otros niños, y ninguno de ellos parece del todo feliz.
Sus vidas se centran en el tablero, en las competiciones y en esa presión por ser los mejores.
Tienen una infancia robada a la que Josh es ajeno porque, más allá de la torre, la reina y el alfil, el niño disfruta de su familia, juega, se divierte charlando con los mayores y tiene lo que le pertoca a su edad: una infancia llena de exploración y descubrimientos.
La cara que pone uno de los niños en competición cuando Josh le dice que ha estado pescando con su padre no tiene desperdicio y, para mí, sugiere todo un mundo.
Me recuerda a los concursos de talentos para los más pequeños. Creo que es estupendo tener los ojos abiertos al talento y que hay que desarrollarlo pero ¿a costa de qué? ¿De la niñez?
Sería interesante encontrar un punto medio y en la película está claro que es posible.
Sobre la presión de ser una promesa y tener todas las miradas puestas en uno dice Josh lo siguiente «quizás es mejor no ser el mejor… entonces puedes perder y no pasa nada.»
#2. Es importante tener una visión holística y global de cada situación.
Josh es especial. Ya no únicamente por su talento frente al tablero (que ya sabemos que lo tiene), sino por una visión holística de la vida que es poco habitual, ya no para un niño de 7 años sino en general.
Y justamente eso es lo que le hace realmente grande, que pueda ver la imagen global de una situación teniendo en cuenta todas las partes involucradas.
Josh aprende de todos y de todo, hace sus propias reflexiones y decide por sí mismo qué necesita, quiere o prefiere.
En el caso del ajedrez, por ejemplo, tiene en cuenta los consejos de sus dos Maestros (en un principio, dispares entre sí) y en el equilibrio de ellos, encuentra su fuerza.
Tiene que ver con su ética y sus valores, con sus prioridades: es equitativo, generoso, empático.
#3. Observa y empápate de tu entorno pero siempre escucha tu intuición.
Josh escucha y tiene en cuenta a sus padres, a sus maestros y al mundo que le rodea pero tiene muy claro qué quiere y qué no.
Además, no está dispuesto a dejarse llevar por los demás ni por la presión a la que se le somete por ser un prodigio en el ajedrez que le convierte en una joven promesa.
Me parece muy ilustrativa una escena en la que Bruce y Josh están conversando y el maestro le recuerda que para ser el mejor, tiene que enfocar, tal como hizo Fischer, su vida en el ajedrez. Te la transcribo:
Bruce: «Para ganar, debes sentir desprecio por tus adversarios, debes odiarles.»
Josh: «Yo no les odio.»
Bruce: «Ellos te odian.»
Josh: «Pues yo a ellos no.»
Bruce: «Bobby Fischer odiaba a todo el mundo.»
Josh: «Yo no soy como él.»
… una contestación asertiva, coherente e íntegra.
Josh es un niño con un corazón gigante y empático que se preocupa por el sufrimiento de los demás y que no quiere decepcionar a nadie.
Es bonita la escena en la que consuela a un amigo que ha perdido en una ronda de los campeonatos diciéndole que él, a su edad, no jugaba tan bien (no me digas que no te lo llevarás a casa, es una monada) o también cuando ofrece tablas a su contrincante sabiendo que la partida ya tenía ganador (él) y que ganar no era lo más importante. Lo hace por nobleza.
#4. La familia tiene que dar alas y raíces por igual.
El padre de Josh es un periodista deportivo que tiene sus propios planes para su hijo: quiere que se convierta en una estrella de béisbol.
Al principio, no acepta muy bien que el interés del niño vaya hacia el tablero pero es lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que la vida de su hijo no le pertenece y que no le tiene que imponer sus propios sueños.
Algunas cosas se le escapan (es verdad), pero ahí está la madre, que es la que conoce bien a su hijo, la que siempre pone el punto de equilibrio y la que está más abierta a la fluidez de la vida.
Juntos aprenden sobre la marcha gracias a una buena actitud que les permite ir ajustando sus sueños a las necesidades de su hijo.
Y creo que son un buen ejemplo de padres estupendos.
Fred y Bonnie protegen a Josh sin pasarse, les interesa su opinión, lo controlan pero también le animan a explorar por su cuenta.
#5. Si se juega es para ganar (no solo para perder).
En la película, Vinie recuerda a Josh la importancia de jugar desde las agallas y que arriesgar al filo del fracaso es donde, muchas veces, se puede encontrar el triunfo.
«La mayoría de la gente no ha sido enseñada a jugar para ganar. Al contrario, la mayoría juega para no perder» —Vinie
Y yo estoy con él: mayoritariamente, nos han enseñado a permanecer en el status quo, a vivir de una forma conservadora, a soñar en pequeño y a conformarnos.
Pero no está todo perdido. Sobre todo si dedicas tiempo a reflexionar y a conocerte.
En la medida que puedas, recuerda que en la vida hay que arriesgar, que los límites pueden ser superados y que puedes sorprenderte con los resultados de tu osadía.
Es interesante que en el «filo» del fracaso pueda radicar tu máximo potencial, no tires la toalla a la primera de cambio.
Apuntes finales
Joshua Waitzkin creció súper feliz y sumó 15 Campeonatos Nacionales de Ajedrez juvenil (individuales y por equipo), es Máster Internacional de Ajedrez desde los 16, Campeón Mundial de Taichi-Chuan y Cinturón Negro de Jiu-Jitsu.
A día de hoy, ya en sus 30, es instructor de Artes Marciales, conferenciante, analista de ajedrez y escritor de dos libros.
Josh me gusta «mucho muchísimo» porque es un claro ejemplo de la importancia de seguir los sueños y los talentos pero siempre siendo fiel a uno mismo y conservando los ideales.
¿Dónde están tus límites? ¿Qué significa ganar o perder para ti?, ¿Hasta qué punto has renunciado o renunciarías para la consecución de tus sueños? ¿A qué no renunciarías jamás de los jamases?
Voy a dejarte ya para que reflexiones…