Personalmente me parece que tiene un poco de traca que el mundo gatuno vaya a tener un rinconcito en este blog.
Bueno, un poco o mucho.
Aunque, dándole una vuelta, quizá es justamente por eso, porque es de traca, que tiene todo el sentido del mundo darle protagonismo a ellos: a los gatos, a MIS gatos; una posibilidad que, hasta ahora, era, francamente, inimaginable.
Ale, pues, a pensar sobre ello, sobre aquellos «imposibles» que, al final, no lo son tanto.
Y, sin más preámbulos, paso ya a la anécdota.
0-CERO
En casa nunca hemos sido de gatos. Vamos, que (hasta ahora) no nos daban más. De hecho, incluso yo personalmente les tenía algo de tirria, aunque justificada (por un tema alérgico).
Puestos a confesar, a mí, los animales, en general, pues ni fu ni fa, la verdad.
Que sí, que son muy bonitos, especialmente los mamíferos, pero, por lo que sea, siempre preferí las piedras y los minerales (tengo muchas de las primeras y alguno de los segundos; aunque, si por mí fuera, tendría muchísimos más de ambos: no sé, como que me «aportan» serenidad).
En definitiva, que no siento especialmente un amor incondicional y espontáneo [hacia los animales] que me haga querer avasallarlos de besos y abrazarlos para fundirme con ellos… Los respeto (¡faltaría más!), e incluso algunos me producen ternura o simpatía, pero ya está.
Tampoco nunca entendí (mucho) el mundo de las mascotas ni la motivación detrás de la pregunta «¿y tú, eres más de gatos o de perros?»; una pregunta de esas de romper el hielo a la que mi respuesta (verbalizada o no) siempre sería «pues, ni unos ni de otros, más bien me considero de piedras», lo que me lleva a recordar una conversación con alguien que estaba loco por los caracoles, sus animales predilectos.
De todos modos, conste que el hecho que prefiera la naturaleza muerta, no quita que fantaseara (y quizá siga fantaseando) en haber querido un chimpancé domesticado (de pequeña vi Proyecto-X y me pareció que podía ser divertido tener uno por casa), agenciarme un burro (luego te cuento*), un caballo (otra especie a la que le tengo alergia, y de las feas) o, desde que vivo en el monte, un par de ovejas, una cabra y media docena de gallinas (que todo se andará, luego te cuento II*, aunque este pack final sea más por interés que por un acto de amor con cimientos franciscanos).
Sea como sea, que en mi vida tuvieran sitio lo de los gatos estaba fuera de toda previsión.
2-DOS
A mediados del pasado octubre (no apunté el día, error; a mi amiga Marta Dea no se le hubiera pasado) aparecieron dos gatitos (jóvenes) por casa, bueno por el prado de la casa (vivo en una aldea de esas enanas perdidas en el monte).
La historia es que iban viniendo cada vez más y, aunque eran de lo más esquivos, parecía que valoraban la posibilidad de acoplarse a nosotros. No sé, ¿cosas de gato?
La primera decisión fue ir dejándoles algo de comida y agua; la segunda, montarles una camita en el desván (total, ya dormían ahí); la tercera, comprarles cuencos y pienso especial… Y así hasta decidir (asumiendo que el destino había decidido cruzar la vida de los cuatro) que en vez de Gata y Gato los llamaríamos Persia y Kirguis, que por cierto, aunque son muy distintos, parece ser que son hermanos (luego ya fuimos descubriendo su pasado).
El resto ya es historia y siete meses después son de la familia, aunque digamos que ésta sería del tipo desapegada. Me refiero a que convivimos todos juntos, compartiendo algunos momentos; pero sin agobiarnos mucho, que también, es lo suyo.
Yo diría que unos y otros nos hemos acostumbrado a la presencia de los demás y que, de una u otra forma, (¿a todos?) nos gusta formar parte de esta familia (por accidente) que hemos creado. Lo que sí que te puedo decir es que en casa nos hemos reído un montón con ellos y que reconozco que mola mucho ir hasta la fuente y que uno de ellos, cuando no los dos, te acompañe sin más y porque sí (aunque sea porque esté aburrido, que también puede ser).
Vamos, que dan vidilla.
A todo esto, adelantándome a tu (probable) curiosidad, mi alergia fue disminuyendo hasta que parecía desaparecer; pero ya veremos, que, ahora que se les empieza a caer el pelo y no sé yo, no sé yo….
…
Nos plantamos ahora a finales de febrero (o así), cuando parece que tenemos a la gata toda excitada.
En un principio, no parece ser época de celo y además nos dice un vecino del pueblo (uno que viene de vez en cuando) que las gatas jóvenes como Persia todavía no se embarazan.
Pues vale, y nos olvidamos del tema.
Además, recordemos que el único gato del pueblo es Kirguis; y, vamos, cómo que no, que siempre se han respetado mucho (¿Acabo de suponer que la moral gatuna existe? En fin, no tengo remedio).
Y no, no pedimos segundas opiniones, ni tampoco se nos ocurrió tirar de Google.
En todo caso, sin más gatos por la zona (jamás vimos a ningún otro), ¿dónde estaba el problema? Nada, solo teníamos que calmar un poco a Persia y esperar la vuelta a la normalidad.
Ese era nuestro guión, pero el Universo tenía el suyo propio y una mañana divisamos en el camino un gato enorme con cara de malote al que llamaremos Gascón (porque era un gatón) y un interés en él por parte de nuestra pequeña Persia.
Vale, la suerte estaba echada, y tampoco le dimos dar mucha importancia.
Haciendo un pequeño salto en el tiempo, a finales de marzo/ principios de abril me dice Ramón: «creo que tenemos a Persia embarazada, vete haciéndote a la idea» Y yo: «no, hombre, que nos dijo Elvecín que era imposible. Además, la gata siempre ha estado regordeta, que ya sabes que es muy fartona…» (que lo es, no puedes imaginarte cómo le gusta comer y con que ansias lo hace).
Pero fueron pasando los días (y luego las semanas) y la panza de Persia iba creciendo y creciendo para disipar cualquier duda.
Al final, asumiendo la nueva realidad, nos armamos de valor (es un decir) y buscamos en Internet cuántos gatos podía tener de una sentada.
Y, bueno, la previsión tampoco era tan desorbitada porque leímos que la camada de una gata primeriza no solía ser mayor de tres gatos, que tampoco nos pareció una barbaridad; y menos contando con la posibilidad de que no siempre sobreviven todos…
7-SIETE
El sábado 25 de abril (este día sí que lo anoté) Persia fue mamá de cinco gatitos, aunque hasta el martes pensamos que la camada había sido de cuatro (que el quinto apareciera luego sigue siendo un misterio, no lo entendemos).
La primera sorpresa fue ese récord de Persia. La segunda (aunque quizá es natural en el mundo gatuno), lo mal que se tomó Kirguis su nueva condición de tío, que rehusaba a su hermana y únicamente quería estar con nosotros, que fue la auténtica sorpresa de toda la situación (porque de normal es de lo más independiente y siempre va a su bola).
Kirguis tampoco fue nunca mucho de maullar, pero durante una semana, mañana tras mañana, a nada que oía movimiento en la casa, reclamaba que le dejáramos pasar. Y no que nos entusiasmara mucho la idea (por si luego se acostumbraba, que no fue así), pero cedimos a su demanda, que el pobre lo estaba pasando fatal (o eso nos parecía a nosotros, mientras nos creímos imprescindibles en su vida y salvadores de su malestar).
Lo curioso es que quizá esa primera semana (que es lo que le duró el enfado con la hermana) fueron los mejores días, los más divertidos y, definitivamente, los más mimosos de Kirguis, que necesitó exactamente siete días para aceptar la nueva situación, reconciliarse con Persia y convertirse en el mejor tío del mundo, que así fue. Por decirte que, desde entonces, cuida los gatitos mejor que ella.
Y en eso estamos ahora, viendo a los peques crecer. De momento, ya no parecen ratitas (ahora están monísimos), han abierto los ojos y nos da la sensación de que están todo ansiosos por salir a explorar el mundo.
Ya falta menos, y promete ser todo un espectáculo.
Apuntes finales
No voy a convertirme ahora en una abanderada del mundo gatuno ni a empezar a comprarme cosas con dibujos de gato (hasta ahí no creo que llegue nunca); tampoco me planteo crear un IG de Persia, Kirguis y los demás para compartir sus aventuras (y yo montarme historias paralelas de indios y vaqueros), pero reconozco que en casa hemos vivido esta invasión gatuna como un verdadero puntazo. Incluso más que los días que una osa y su osezna asaltaron nuestro cerezal (será por anécdotas…).
Pero, más allá de confirmar (por experiencia propia, que es la que es necesaria) que [los gatos] hacen compañía, y que son divertidos, curiosos y que incluso pueden hacerte sentir especial (que lo hacen), la invasión gatuna 2020 nos ha recordado (una vez más, que saber lo sabemos, pero a veces lo olvidamos) que hay cosas en la vida que no puedes suponer ni planear, que algunos de los mejores momentos son inesperados y que adaptarse, conciliar, aceptar, reír y compartir (aunque sea con un gato) es lo que da sentido a la existencia.
Y no es poco.
Notas extras sobre la fauna del «luego te cuento»:
*Recuerdo que en Sary-Mogul había un montón de burros y pensé que tenían su punto, que estaban infravalorados y que quizá estaría buen tener uno. Además, ayudaría a desbrozar el prado y no habría mucho que pensar en su nombre porque la decisión estaría entre Platero (por supuesto) y Dante, porque siempre me ha sonado precioso.
**Lo de las ovejas es porque parece ser que son grandes desbrozadoras naturales (aunque son incompatibles con el burro: o él o ellas), la cabra (por su leche, pero tengo que investigar un poco más sus números de productividad) y las gallinas, por sus huevos, porque en casa somos muy fans de las tortillas y del huevo en todas sus formas: frito, escaldado, poché, no importa.
ACTUALIZACIÓN (septiembre 2020)
Recapitulando un poco, en abril Persia fue mamá y bla bla bla y Kirguis fue el mejor tío del mundo, aunque al principio tuvieron una crisis familiar fuerte, robo de gatín incluido…
Pero es que quizá no, quizá no fue el mejor tío ni hubo tal robo.
Pero no nos adelantemos, no nos adelantemos…
Durante los primeros dos meses Murias se convirtió en un festival del humor y una jartada de risas, sobre todo ver a esos pequeños dar sus primeros pasos.
Luego ya vinieron los sustos, porque a veces alguno de ellos desaparecía un par de días y ya nos temíamos lo peor.
A ver, que vivimos en el monte; y en el monte hay mucho bicho grande.
Pero estos gatos nuestros tienen espíritu de león y una gran orientación, así que marchaban y volvían, marchaban y volvían, marchaban y volvían… Y así.
Entonces llegó agosto y unos y otros empezaron a hacer excursiones más largas, no siempre juntos, así que cada día era un misterio de quién iba a estar y quién no.
Incluso parecía que hacían turnos.
―¿Están?
―Solo Amir.
―¿Quién hay hoy?
―Fauda y Jasón.
Todo muy raro y también muy de telenovela, porque cuando coincidían pasaban tanto tiempo queriéndose y jugando entre ellos como peleándose «a lo gladiator».
Digamos que el ambiente estaba tenso, muy tenso.
Y en ese panorama Kirguis desapareció dos semanas. Puede que incluso tres, no sé.
La historia es que cuando volvió parecía la nueva versión de la boa de El Principito, la que se había comido un elefante, ¿te acuerdas?
Y es que una de dos: o se había tragado a un animal en-te-ro o Kirguis estaba gestando gatinos, opción que descartamos porque, como sabemos todos desde la escuela, los machos no pueden quedarse embarazados.
¿Y si fuera una gata? No, imposible.
¿Quizá hermafrodita? Ah, pues puede, que Google dice que existen…
Pero espera, ¿y si se lo llevaron los alienígenas con ánimo de experimentar y ahora estaba gestando unos bichitos verdes que luego se convertirían en gatialienígenas?
Total, que cuando ya nuestras cabezas estaban a punto a explotar, llega Kike McGyver, del que también te he hablado en el blog, cuando lo de la chimenea, y nos ilumina.
―Es época de comer topos, de ahí la panza.
―Ahhhh. Pues será eso, se ha fartado de topos, todo en orden.
Sí, todo en orden menos lo más importante, el sentido crítico porque, oh, sorpresa, desde el 8 de septiembre somos tres más.
Bueno, «tres más» tampoco, porque Kirguis ha echado al resto, al menos de momento.
Aunque, obviamente,, lo relevante no es ese número gatuno que siempre baila, sino que Kirguis no es macho, sino hembra.
Y ante tal giro de guión no nos queda otra que replantear varios juicios emitidos en el pasado y dar por zanjado el expediente-x que abrimos con el misterio del quinto gatito. Vamos, que no hubo secuestro entre gatos, solo el mío que arrebató al bebé de Kirguis y se lo dio a Persia.
En fin, sin comentarios.
No descarto que te parezca una historia «tonta», pero a mí me ha hecho pensar un (largo) rato sobre la importancia de tener un pensamiento crítico «en forma» y cuestionarnos todo lo que se nos dice: no desde la desconfianza de que el mundo está en nuestra contra y todos aquellos con los que interactuamos nos la quieren colar (y así poder manipularnos y convertirnos luego en simples esclavos del Nuevo Orden Mundial), exista esa posibilidad o no, sino que desde la ignorancia también se puede crear una realidad paralela desde una premisa falsa o incierta…. y llegar a liarla parda.
A ver, que esto es una tontada máxima sin mayores consecuencias pero extrapolemos la anécdota a situaciones que puedan ser más importantes o que puedan tener mayores consecuencias…
¿A qué ya no nos parece tan «tontada»?
Mis pos-it’s de hoy:
No consideres como certeza absoluta nada de lo que te digan, leas o incluso veas en pantalla.
1 La verdad puede ser una falsa creencia, seguramente impuesta.
2 Ante la duda, fíate solo de tu experiencia. No quieras ver algo solo porque te han dicho que es así.
3 Puede que las conspiraciones existan, claro que sí, pero no te flipes demasiado y cuando veas que se te va la pinza, ten presente el Principio de la navaja de Ockham, la mayoría de las veces te será suficiente.
4 Si tienes que ponerle un nombre a un gato y no tienes muy claro si es hembra o macho, nombre neutro y aciertas seguro.
Que, por cierto, no veas la suerte de que a Kirguis le llamáramos Kirguis y no Hércules.
Todavía me cuesta que sea ‘ella’ y no ‘él’, pero si encima le hubiéramos tenido que cambiar el nombre…
En definitiva, todo este rollo para el mensaje de hoy:
#noperdamoselsentidocritico.