Asumámoslo: a la pregunta «¿Qué tal el día?» (el trabajo, el cole, la reunión, el curso de macramé… —lo dejo a tu elección—), normalmente obtenemos respuestas tan breves que terminan una conversación antes incluso de empezarla.
Algunos ejemplos son «bien», «mal» o «mejor ni te contesto».
El resultado es producto de una comunicación ineficiente que está encallada en preguntas cerradas y en contestaciones de manual.
Como mucho, pueden originar una pregunta extra que tampoco invita a la reflexión y que puede resultar demasiado inquisitoria. Sería del tipo «¿y eso?»
El problema es cuando tienes enfrente de alguien que te importa.
Se presentan entonces dos opciones: aceptar esa realidad sin más porque «la vida es así» o valorar cómo cambiarlo,
Naturalmente conviene la última: no siendo capaces de mantener charlas de las pequeñas cosas del día, el reto será mucho mayor cuando surjan los temas importantes así que mejor ponerle remedio ya de primeras.
Y ahí entran en juego las preguntas abiertas, aquellas que facilitan una introspección mayor y una reflexión antes de dar una contestación.
No es cuestión de forzar nada, pero sí de ir probando y ajustando, de ser conscientes del tipo de conversaciones que tenemos con los que nos importan y de ir aumentando su calidad.
Las preguntas abiertas
He preparado unos ejemplos enfocados a los más pequeños de la casa. Los he escogido a ellos porque semana que viene se retoma el curso escolar y considero que es es el momento idóneo para introducir «El Gran Cambio» de una forma más natural. El objetivo es que se sientan escuchados mientras recapitulan el día contigo.
Por supuesto, son sólo ejemplos para que te inspires y busques las que mejor se adapten a tu forma de ser. Algunas preguntas son más de manual y otras más mandalaycas.
Verás que las preguntas pueden ser fácilmente adaptadas y que no quedan restringidas a los pequeños de la casa.
#1. ¿Qué has hecho hoy de especial que te gustaría que supiéramos en casa?
#2. ¿Qué —o quién— te ha hecho sonreír hoy?
#3. ¿Qué cosas quieres agradecer a la vida que te hayan pasado hoy?
#4 ¿Qué Súper Poder hubieras utilizado hoy para tener un día incluso mejor?
#5. ¿Qué has aprendido hoy?
#6. ¿Qué frase resumiría tu día?
#7. ¿Qué es lo que más te gusta de… (completa según veas)?
#8. ¿Cuál ha sido el momento más mágico desde que te has levantado?
#9. ¿Ha habido algo que te haya molestado?
#10. ¿A quién le darías el premio a la generosidad —a la simpatía, a «loquequieras»—?
#11. ¿Cuál ha sido el momento con más magia desde que te has levantado?
#12. ¿Cambiarías algo del día de hoy?
Es verdad que puede que te encuentres con una primera reacción que incluya una mirada del tipo «¿Y ahora por qué demonios me pregunta eso?» Pero, con perseverancia, a modo juego, seguro que vas mejorando la comunicación y vais compartiendo cada día más.
Las preguntas que empiezan con «qué» dan por hecho que ha pasado algo e invita a buscar la respuesta entre los recuerdos del día. No ocurriría lo mismo con la pregunta «¿Hay algo de especial que hayas hecho que quieras que sepamos?» porque, si se contesta con un «NO», sería el fin de la conversación.
Si tomamos como ejemplo la pregunta #1 (¿Qué has hecho hoy de especial que te gustaría que supiéramos en casa?), seguro que, pensando un poco, encuentra algo: «He ayudado a un anciano a cruzar la calle»; «Pues hoy Nicoletta se ha olvidado los plastidecors en casa y le he dejado los míos. Y, ¿sabes? Ella luego me ha regalado un dibujo. Espera, que te lo enseño. ¡Mira!».
No desistas y luego comparte tu «qué» especial del día, haciendo que el ejercicio sea del todo compartido.
Con este tipo de preguntas vas a mostrar interés por su opinión, por sus valoraciones, por su criterio y vas a conseguir doble premio 1. Que se sienta bien y 2. Que esté más alerta de lo que pasa a su alrededor para seguir compartiendo contigo.
Por supuesto, no hagas todas las preguntas el mismo día, deja fluir y recuerda el objetivo: crear un hábito de comunicación con los pequeños de la casa. Puedes ir alternándolas o añadiéndolas poco a poco hasta que se integren totalmente en vuestra vida.
Deja que ellos hablen pero también habla tú: de la misma manera que tú quieres saber de ellos, ellos quieren saber de ti.
Y recuerda: lo de las preguntas abiertas es un consejo para todos, más allá de la edad.