Nunca he sido mucho de superhéroes y superheroínas pero reconozco que tengo una excepción, y es con Batman: por sí solo, y también con sus sucesivos tándems, especialmente el que forma con la Batgirl (luego Oráculo) Barbara Gordon.
A ver, que yo no digo que Spiderman, Superman, Wonderwoman, Los cuatro fantásticos y todos los demás (los que conozco y los que no, que hay tropecientos) no tengan su punto molón (de hecho, a mí me encantaría tener superpoderes como la telequinesia y la posibilidad de teletransportarme y manipular el tiempo ―más que nada por los viajes al pasado en busca de respuestas: ¡Sumerios, allá voy!― ); pero, con los pies en la tierra (es un decir), creo que me quedo con Batman y sus compis porque, aun siendo superhéroes, no dejan de ser «de los nuestros»: simples seres humanos, con sus limitaciones y sus dilemas. Me refiero a que ninguno de ellos tiene origen divino ni tampoco es mutante o fruto de un experimento de laboratorio; por lo que, ¿cómo no valorar su existencia y tomarme la libertad de incluirlos en mi ALDELGRAN* (a pesar de que sea una simple ficción)?
Obviando, pues, el porrón de dinero que tiene el primero en el banco, que siempre ayuda en los propósitos de uno, son sencillamente «gente normal», si Batman y los suyos pueden hacer lo correcto, digo yo que el resto de los mortales (a mayor o menor escala, flipadas las justas, no nos pasemos), pues también, ¿nooooo?
7 pinceladas (totalmente prescindibles)
- Batman es la identidad secreta de Bruce Wayne, un multimillonario (por herencia) que vive en la ciudad de Gotham.
- Siendo todavía un niño, presencia el asesinato de sus padres. En ese momento se compromete a dedicar su vida al bien, a combatir la delincuencia.
- Bruce se prepara a conciencia para llevar a cabo su cometido. Lo hace a todos los niveles (físico, mental) y se respalda también en la tecnología. A falta de poder lanzar rayos con los ojos o tener una varita mágica, cualquier cachibache es bienvenido para luchar contra el mal. Digamos que Batman «se hace», no nace como tal.
- A lo largo de su carrera, tiene varios acompañantes, escogidos y entrenados a favor del bien. El más famoso es Robin pero me voy a quedar con Batgirl (Barbara Gordon), que en una etapa de su vida es Oráculo.
- Los delincuentes contra los que lucha son de todo menos corrientes, siempre son malos-malísimos (y están locos perdidos).
- El objetivo de Batman es neutralizar el mal, no matar.
- Siempre gana el bien. O sea, Batman.
La esencia de Bruce
Batman es algo así como un justiciero, un Dios en la Tierra.
Pero, claro, no siendo su clon, la responsabilidad que asume es, sencillamente, mayor de la que corresponde, que no es un detalle tonto.
La historia es que su cometido (recordemos que autoimpuesto) le requiere sacrificios, dilemas y «casarse» con un malestar general permanente que le genera un sinfín de preocupaciones.
¿Y no es, acaso, una decisión con un gran coste?
Vayamos por partes.
De sacrificios
Que toda decisión implica una renuncia ya lo hemos tratado en el blog (DIECECCIÓN), pero la de Bruce es de esas que a uno le podría costar entender más, especialmente si partimos del supuesto que la tendencia natural de los humanos es buscar el bienestar.
(Y conste que digo ‘bienestar’ y no ‘felicidad’ porque la envergadura de esta última me parece demasiado ambiciosa).
Lo que tengo claro es que si defino ‘bienestar’ como «esa sensación vital en la que las necesidades están más que cubiertas y uno puede disfrutar de sus días desde la serenidad», nuestro amigo Bruce tenía su plena consecución desde la cuna y sin pestañear. Vamos, que recursos de todo tipo y buenos contactos no le iban a faltar.
Es verdad que no podemos descartar que, de no haber sido asesinados sus padres, Bruce hubiera vivido esa vida fácil que, en un principio, le esperaba sin más, sin plantearse vivir de otra forma; pero la historia que nos plantea su creador es otra, porque, ya no es que los maten, sino que además Bruce presencia la escena (y esos recuerdos marcan de por vida, claro).
De una forma más o menos consciente, Bruce delega entonces las riendas de su vida a su sentido de la justicia, la ética y la responsabilidad, dando un giro a su destino, ¿o era el destino que realmente le esperaba?
De dilemas y la felicidad alejada
Es incuestionable que es más fácil ir por la vida con el piloto automático y «a lo borrego»; y no te digo nada si te identificas con un grupo y vas a muerte con él, adaptándote a todo su ideario (oe oe).
Uno es libre de priorizar sus valores, pero a mí me gustan especialmente las personas que piensan, las que no deciden hacerse suyas ideas o actuar desde el impulso sin antes darle una vuelta: desde mi punto de vista, desprenden más humanidad.
Y creo que es casi lo que más me gusta de Batman: esos momentos en los que duda; en los que sopesa opciones; en los que intenta asegurarse de que su decisión es la más ética y, de ser posible, la que cause menos daño.
O sea, que matar a alguien, incluso al malo-malísimo de Joker, es su última opción y no entra en sus planes, aunque pudiera con ello evitar otras muertes futuras.
Y aquí es dónde se nos presenta el gran dilema con el que tiene que lidiar: convertirse en un potencial cómplice o en un asesino, aunque sea para acabar con una parte del mal.
Pero es que, a ver ¿hasta qué punto matar a alguien para evitar (posibles) delitos futuros es lo correcto? ¿Y si justamente fuera la última fechoría del maligno de turno camino ya a la redención? Jugar a ser Dioses es siempre peligroso, pero ahí está Minority Report, poniendo en la mesa esa posibilidad, la de evitar un crimen futuro frenando de antemano al delincuente (y a saber).
También habría que preguntarle a Bruce que haría si se le plantease el dilema del tranvía… ¿Movería la palanca? ¿Sacrificaría una vida inocente para salvar cinco que están en verdadero peligro? Es más, si así fuera, ¿podría vivir con el peso de esa muerte en su conciencia? Y, en caso contrario, ¿no le daría vueltas a la cabeza por no haber salvado cinco vidas sacrificando solo una?
A mí me parece un callejón sin salida y unos estándares tan altos que imposibilitan acariciar el bienestar (y ya no te digo nada la felicidad).
Bruce no deja de ser humano y errará en algunas decisiones. Quizá incluso en muchas, pero debería celebrar sus logros y no dejar que «lo correcto» pese más que su serenidad.
Ayyyyy, ¿dónde está el equilibrio (si es que existe)?
Reflexiones finales
Comprometiéndose con el bien, Bruce sacrifica un tipo de vida placentero a la que, en un principio, creo que, al menos a mí, me sería muy difícil hacerle un feo: viajar en business class sin necesidad de maleta, alojarse en paradores y fairmont resorts (o similares), comer en restaurantes del mundo con estrellas Michelín, apuntarse a los cursos que a uno le dieran la gana sin importar el coste ni el lugar, contratar un pack de profesionales del bienestar (estilista, entrenador personal, nutricionista), dedicarse a la filantropía, tener una agenda cultural toda completita… Y, no sé, cosillas así molonas, las que se te ocurran (y sin ninguna necesidad de que sean estridentes caprichos a lo clan Kardashian-Jenner, que tampoco hace falta).
Conste que no he olvidado que es un personaje de ficción, pero ya que estoy, pues me animo y me invento una posible vida paralela.
Aunque el protagonista de hoy es Batman como superhéroe, no puedo dejar de pensar en todos aquellas personas anónimas que, independientemente del alcance de sus actos, no dudan en hacer lo correcto por un bien mayor que el suyo.
Y no me refiero únicamente a la gente que pone en riesgo su vida, sino que englobo a todas aquellas personas que van recogiendo estrellitas en la playa para devolverlas al mar, más allá de que luego vistan de Prada o de Delmon**, y reconociéndoles su valía y una decisión que, inevitablemente, comporta sacrificios y quizá algún que otro dilema…
Termino ya pero antes, ¿damos un hurra por todas ellas? ¿Podemos dar un hurra por ti?
NOTAS
* ALDELGRAN: ALtar DE Los GRANdes donde se codean personajes ilustres (ergo, universalmente conocidos) con personas que he tenido el privilegio de encontrarme en mi vida y que la han iluminado de una u otra forma. En este blog, hay varios de estos últimos.
** Delmon: DEL MONtón de los mercadillos.