Sí, lo queremos todo y nuestro ideal es hacer malabarismos con todo lo que se nos antoje: estabilidad y aventura, carrera profesional y vida familiar, actividades culturales y disfrutar de la naturaleza; tener suficientemente tiempo como para quedar con los amigos, ir al gimnasio, ver series, leer, hacer las compras, aprender a tocar el violín, hacer ese posgrado que parece que, este sí que sí, nos llevará a ese punto de inflexión laboral que tanto deseamos…
Y, eso, sin contar con responsabilidades como tener descendencia (una elección como cualquier otra) o estar a cargo de alguien que depende de ti (que me parece menos elección, pero que es una situación que influye en el resto de nuestra vida, como los gastos básicos para una vida que consideremos digna).
En fin, que lo de quererlo todo, no sacrificar nada y hacer malabarismos está muy bien (y tenerlo todo podría ser un BINGO, sí), pero «muy saludable» no puede ser.
No sé, sería como estar en un buffet libre y comer tortilla de patatas, pizza, pasta al pesto y arroz con bogavante de una sola sentada. ¿O no es verdad que incluso comiendo raciones completas de todos ellos estás descartando tu salud (y sentirte en un cuerpo ágil y estupendo)?
La vida nos hace elegir y priorizar, que no es ni bueno ni malo, sino que es (y eso debería ser suficiente para quitarnos presión de llegar a todo y ser todo, que nadie nos lo pide, excepto nosotros, aunque la sensación es que nos lo pide la vida/la sociedad/el mundo en el que vivimos).
Supongo que habrá malabaristas naturales y algunos que tienen un equilibrio satisfactorio en todos los aspectos de su vida porque tienen la vida económica solucionada (que, vamos, estupendo); pero yo creo que la mayoría de los mortales estamos en una situación bien distinta, una que solo nos permite tener un número limitado de experiencias.
En fin, que no sé en qué momento nos tomamos en serio eso de «tomadlo todo» cuando sabemos (por experiencia, no por libros) que no puede ser, que siempre siempre siempre hay que decidir. Y que decidir es mucho mejor que no hacerlo.
El primer paso, tomar la decisión, es el más importante de todos. Luego ya es cuestión de ir viviéndola, pasito a pasito.
¿Pastilla roja, pastilla azul?
La La Land y saudade
Y eso me recuerda al (gran) final de La La Land, para mí uno de los mejores que habré visto nunca y la auténtica razón de su existencia (si no la has visto y quieres verla, hazte un favor y sáltate el resto del párrafo), ésta: lo que pudo ser y no fue; lo que queda en el mundo platónico de las ideas aun sabiendo que lo ideal seguramente no hubiera devenido lo real.
De hecho, hay una palabra en portugués que (creo) podría englobar ese sentimiento: saudade, que encima suena bonito. Lo cierto es que la palabra tiene varias acepciones, entre ellas la que me parece más interesante: esa morriña subjetiva de algo que no sucedió. O así lo entiendo yo.
Apuntes finales
Creo que:
1/ La vida es decisión (desde la cabeza) y elección (desde el corazón) y que lo mejor es que una y otra estén en armonía, consiguiendo así menos quebraderos de cabeza, más coherencia y mayor plenitud.
A ese mixto de palabras voy a tomarme la libertad de bautizarlo con un nuevo «palabro»: deciección.
y 2/ Los descartes ocasionados por las deciecciones (que algunos serán siempre considerados sacrificios) quedan en el Mundo Platónico de «lo que pudo ser» (pero recordemos que, a ciencia cierta, no sabremos nunca si alguna vez hubieran podido, eso, llegar a ser). Vamos, que es imposible volver atrás.
Dicho esto:
1/ Considero importante que la existencia de ese Mundo Platónico (imaginario, propio de cada uno) no sea un motivo para machacarnos por elecciones pasadas que ahora no consideramos del todo acertadas ni, menos aun, hacernos posponer nuestras decisiones de hoy y mañana, que son las que nos deberían importar y las que marcan el futuro.
(Y no, no creo que haga falta buscar la deciección perfecta, sino una «suficientemente buena» para seguir desde ahí, sin garantías, pero con la tranquilidad de saber que hemos sido coherentes, que no es poco).
y 2/ ¿Por qué no nos preguntamos más a menudo qué nos acerca a lo que realmente nos gustaría que fuera nuestra vida, asumiendo de antemano que habrá que dar adioses, y que alguno de ellos puede que no nos guste? ¿Por qué no comprometernos luego con esas deciecciones y dedicarnos a ellas dejando de intentar controlar el tiempo? ¿Por qué no arriesgarse a lo que puede ser en lo real y no en lo ideal y abandonar tanto malabarismo, la mayoría impuesto de forma artificial?
Acabo con otro batallón de preguntas y un apunte extra:
El batallón:
En tu vida, ¿has hecho más decisiones o elecciones? ¿Identificas entre ellas alguna decieacción? ¿Qué crees que has dejado atrás? ¿Cuáles son tus «sacrificios»? ¿Vives en consonancia con tus valores actuales? ¿Es hora de replantearte algunos cambios? ¿Qué consideras o considerarías «suficiente»?
El apunte:
El otro día escuchaba que el camino de la verdad es el que nos acerca a la alegría. Quizá entonces podemos tomar nuestras decisiones haciéndonos la pregunta de qué nos puede dar alegría e ir diseñando nuestro camino desde ahí.
Y a ti, ¿qué te hace sentir bien, alegre y en total sintonía con la vida?