Sí, otra película de animación que me ha sorprendido y que va mucho más allá del persigue tus sueños.
Esta vez no va sobre el poder de la tristeza (como en Inside Out) sino en la torpeza de tener prejuicios y en cómo estos pueden complicarnos la vida.
¿Aprendemos de ellos con Zootrópolis?
7 pinceladas
- Judy es una pequeña coneja que quiere ser policía.
- Como nunca antes ningún conejo ha logrado entrar en el cuerpo, nadie se la toma en serio. Su familia, además, tiene un montón de miedos.
- Judy se apunta a la escuela de policías y consigue ser la primera de su promoción.
- Una vez ya en comisaría, la apartan de los casos importantes y es la encargada de poner las multas.
- Conoce al zorro asturto de Nick y se hacen amigos.
- Los dos investigan un caso importante de desapariciones que tiene en vilo a toda la ciudad.
- Se esclarece el caso y todos contentos.
Batallón de reflexiones: 3 lecciones
#1. Identifica tus prejuicios y no dejes que tomen el control de lo que eres y haces.
En mayor o menor medida, aunque no sea de una forma consciente ni una elección del todo racional, todos tenemos prejuicios.
Sí, yo también.
Digamos que es consecuencia sociocultural que habita en una de esas capas profundas del subconsciente que, a veces, aparecen en el momento menos pensado.
Lo que sí que podemos (y debemos) hacer es identificar justamente esos prejuicios para que no tomen el control de lo que somos y hacemos.
Y teniendo en cuenta que algunos están muy arraigados “ahí dentro”, la situación requiere que le pongamos extra atención.
Otro punto a recalcar es que uno puede ser víctima y verdugo perfectamente a la vez.
En la película, por ejemplo, Judy está estereotipada como coneja débil pero, al mismo tiempo, ella también estereotipa al zorro como alguien malvado.
Y sí, un zorro puede ser «loquesea» pero ¿todos ellos? ¿De verdad? ¿Acaso no hay alguna excepción que haga que el argumento caiga por inconsistente? Pues ya está. Y a eso se le llama “pensar correctamente”, poniéndole razón y perspectiva.
#2. Los prejuicios duelen.
¿Somos conscientes de ello? Siempre me he preguntado si se utilizarían tan libremente después de un par de minutos de reflexión.
Los prejuicios van relacionado con las etiquetas, esas generalizaciones que tampoco ayudan a vivir cada situación desde la curiosidad, sino desde el estereotipo y de lo que se ha decidido de antemano.
La situación es tan triste que lo único que permite es alejarnos los unos de los otros, provocando diferencias absurdas y predisposiciones que no ayudan a crecer, justo lo contrario a lo que se debería tender.
Pero más grave (si cabe), es que dañan la autoestima de la víctima y que puede influir negativamente en su desarrollo.
Da igual que sea un prejuicio de género, de raza, de nacionalidad, de edad, de estatura, «de pintas», de lo que sea.
La sensatez no es exclusiva de un grupo u otro. Ni la bondad, ni la valentía.
¿No es ya suficientemente desafiante el mundo de por sí cómo para fastidiar más la existencia a los demás?
La alternativa es sencilla y la situación tan sólo requiere un poco de empatía.
Si en algún momento te encuentras actuando desde el prejuicio, una vez identificado, pregúntate cómo te sentirías tú si fueras el que lo recibiera y asegúrate de actuar en consecuencia recordando a Kant y a su sabio imperativo categórico: Obra únicamente mediante acciones que quieras convertir en máximas universales.
#3. Conocer al otro es la solución a los prejuicios.
Judy la coneja y Nick el lobo llegan a ser amigos y un equipo ganador gracias a la que eligen (un poco forzado al principio, sí) conocerse mutuamente y enriquecerse el uno del otro.
Los más y los menos son parte de la vida, incluso en un mismo grupo similar… ¿por qué no tener esa apertura de una manera más general desde lo que nos une y no de lo que nos separa?
Apuntes finales
Cuando hay un problema, o un síntoma de un problema, no podemos dejarlo a un lado, hay que aprovecharlo para mejorar.
A partir de ahora, si en algún momento te sorprendes reaccionando desde el prejuicio, te invito a parar, reflexionar y hacerte preguntas.
¿Cuál está siendo mi respuesta? ¿Estoy actuando de forma racional o siguiendo unos impulsos que, de hecho, no me gustan nada?
Lo mismo si te encuentras a alguien actuando controlado por el estereotipo.
Háblale de la película, coméntale las consecuencias de la indefensión aprendida o relátale el experimento de la profesora y sus manzanas.