En Va de mármol y cinceles, nos inspiramos con MichaelAngelo y dos de sus obras: La Piedad y el grupo de esculturas conocidas como Los esclavos.
Una y otras sugerían algunas reflexiones. Especialmente estas dos: 1/ que el bloque de mármol ya era una obra de arte en sí y, por tanto, solo esperaba a que Michaelangelo le diera forma para que así fuera; y 2/ que los esclavos inacabados parecían hombres en lucha por llegar a ser libres de sus ataduras/cadenas, y que no siempre era posible terminar el proceso.
Continuando con el tema, y también desde la escultura, te propongo contemplar la propuesta de los self-made (¿cómo poder traducir el concepto para que siga quedando bien y mejor que «hecho a sí mismo» ―o a sí misma, claro― ?).
Hay muchas versiones, pero me voy a quedar con dos de Bobbi Carlyle. No porque sean mis favoritas, sino porque hay una para hombre y otra para mujer, por si te identificas más con una de las dos propuestas (y por una diferencia que he percibido entre ellas que, además, puede ser una reflexión extra):
Imagínate que somos bloques de mármol (o de madera, incluso de plastilina). Todos diferentes, por fuera y por dentro, con ese potencial único de cada uno (sin entrar en valoraciones de mejor y peor, sino más bien recuperando el mensaje del cuento del árbol confundido).
En este supuesto, además, no tenemos a ningún MichaelAngelo para que nos esculpa ni somos La piedad. Digamos que somos más parecidos a esos esclavos inacabados.
La ventaja es que, a diferencia de ellos, tenemos herramientas, y a falta de un genio que nos esculpa, podemos ir cincelándonos a nosotros mismos, una opción llena de esperanza para redimirnos, para ir esculpiendo nuestro carácter y nuestro futuro, un mensaje que la misma autora de las esculturas de hoy nos recuerda en las placas que las acompaña:
A man carving himself out of stone, carving his character, carving his future.
Y mira tú qué cosas: la palabra ‘carácter’ proviene del griego χαρακτήρ y este de χαράττειν, que es algo así como agente tallador o marca que deja la talla, según el contexto; así que lo que vendría a significar carácter es que nos vamos tallando durante los años y, por tanto, estamos llenos de marcas. (Lo de la etimología es flipante, ¿verdad?)
Mirémoslo así: cada cincelada nos permite suprimir aquello que no va con nosotros y, a la vez, ir descubriendo lo que somos; un trabajo que requiere mimo y paciencia, y también autoconocimiento desde la experiencia reflexionada.
Y para ello tenemos ya no una, sino dos herramientas: el cincel y el martillo, aunque yo creo que son distintas en la versión femenina, algo que me tiene un poco intrigada, porque más bien ella parece moverse desde a fluidez del movimiento, ¿quizá desde la intuición?
Sea como sea, supongamos que es el mismo proceso, solo que utilizan distintas herramientas y que están en distintas fases de evolución, que ella parece más avanzada.
Para mí el cincel es nuestra sabiduría: el resultado de las interacciones con los demás, de las experiencias vividas y los conocimientos acumulados, de nuestra intuición, de nuestro discernimiento. Un cincel que también tiene mucho de nuestro contexto, de nuestra cultura, del legado del nuestros antecesores y del tiempo en el que nos toca vivir.
El martillo es la voluntad, el esfuerzo, la perseverancia.
Eso sí, el cincel que tenemos es el que tenemos, así que mejor utilizarlo con sabiduría, conscientes de cada cincelada y también responsables de nuestra técnica, que debería ser cada vez más depurada. No por nada, sino para evitar estropicios que luego no tengan arreglo. Pero recuerda: somos la suma de muchísimas cinceladas, y hay que seguir perseverando. Y, cuando flaqueen las fuerzas, siempre podemos recordar a nuestro amigo el bambú.
Es más, Plotino nos ayuda a saber cuando parar de cincelar.
¿Que cómo puedes ver la clase de belleza que posee un alma buena? Retírate a ti mismo y mira. Y si no te ves aún bello, entonces, como el escultor de una estatua que debe salir bella quita aquí, raspa allá, pule esto y limpia lo otro hasta que saca un rostro bello coronando la estatua, así tú también quita todo lo superfluo, alinea todo lo torcido, limpia y abrillanta todo lo oscuro y no ceses de «labrar» tu propia estatua hasta que se encienda en ti el divinal esplendor de la virtud, hasta que veas «a la morigeración asentada en un santo pedestal».
Si has llegado a ser esto, si has visto esto, si te juntaste limpio contigo mismo sin tener nada que te estorbe para llegar a ser uno de ese modo y sin tener cosa ajena dentro de ti mezclada contigo, sino siendo tú mismo todo entero solamente luz verdadera no mensurada por una magnitud, ni circunscrita por una figura que la aminore ni, a la inversa, acrecentada en magnitud por ilimitación, sino absolutamente carente de toda medida como mayor que toda medida y superior a toda cuantidad; si te vieras a ti mismo transformado en esto, entonces, hecho ya visión, confiando en ti mismo y no teniendo ya necesidad del que te guiaba una vez subido ya aquí arriba, mira de hito en hito y ve. ―Plotino. Enéadas I, 6-9.
Y, con un poco de suerte, aunque mejor no darlo por hecho, quizá tenemos la fortuna de encontrarnos con un Maestro que nos dé una nueva perspectiva, desde fuera, para seguir cincelando; pero, aun así, el trabajo es nuestro y requiere de perseverancia, ingenio y esfuerzo.
OBJETIVO 1: Identificar cuál es tu materia prima: piedra, madera, plastilina…
OBJETIVO 2: Asegurarte de que tu cincel está en condiciones y que lo utilizas como debes, para pulirte e ir encontrando tu esencia, lo que eres (pero sin obsesionarte, solo por curiosidad y para ir conociéndote mejor).
CRÉDITOS: Bobbie K. Carlyle. Las imágenes son de su página web.
CATEGORÍA: Se hace camino al andar.