Supongo que estarás conmigo: uno de los valores que más apreciamos los humanos es la libertad.
Sin embargo, según el puesto que ocupe en nuestra escala [de valores], lo definiremos de una u otra forma y con más o menos matices.
En algunas ocasiones puede que incluso sacrifiquemos esa anhelada libertad por otro valor que, en un principio, no pensamos que sea tan importante para nosotros. Por ejemplo, podemos sacrificar la libertad por la comodidad (del no pensar), lo reconozcamos o no. De hecho, muchas veces es justo lo que hacemos, y sin darnos cuenta, de forma automática.
Vale, no siempre es tan malo y la comodidad es genial y nos ahorra tiempo (definitivamente, no hace falta explorar cada detalle de cada opción disponible con lupa y microscopio antes de decidirnos entre A o no A, o, por ejemplo entre A y B ―en el mejor de los casos, que el surtido de opciones puede ser mucho mayor, por lo que se nos iría la vida con ello, y solo nos faltaría eso―), pero yo creo que algunos temas merecen que les dediquemos un poco de atención, sobre todo si tienen que ver con la libertad y la elección. O, al menos, saber que puedes plantearte algo, decidas luego pasar del tema o no.
¿Y qué es lo primero que necesitamos para elegir desde y ―más importante aún― para la libertad?
Pues la información. (Sí, la información: si no, dime tú a mí cómo podemos decantarnos por algo que puede ser relevante para nosotros si lo desconocemos).
Total, que hoy he decidido dedicarle unas líneas a un tema que puede que te suene (al menos un poco) pero que quizás siempre has pensado que te sobrepasaba y que no lo comprenderías nunca y que era solo para «entendidos», sin valorar realmente qué había detrás y qué alternativas te ofrecía para poderlas valorar, aunque fuera para descartarlas, pero con la diferencia abismal (nada despreciable) de saber de ellas.
Y, bueno, ¿acaso la libertad de elección ―consciente, real, meditada― no es un motivo de celebración?
El tema en cuestión es el software libre y le he dado un espacio en el blog por tres razones:
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1/ darle un poco de visibilidad fuera del mundillo tecnológico y, digamos, considerado más geek para que su información pueda llegar desde otros ámbitos;
2/ para que le pierdas el miedo pensando que es algo tope mega de complejo y feo (yo creo que todos pasamos por ahí) y pongas en entredicho el software más estandarizado (que no es sinónimo de mejor ni más correcto);
y 3/ porque me extrañaría que al acabar de leer la entrada, no te hicieras preguntas (y yo creo que hacernos preguntas es importante).
A propósito del Software libre
- (Primeras ideas a través de un diálogo imaginario con Aminve, amiga inventada, que es también efímera, puntual, curiosa y un poco jurásica tecnológica. NOTAS: 1/ Son conceptos básicos. De ahí a que me pueda poner de interlocutora pero para nada soy una experta (ni intento serlo). 2/ Si conoces el tema, no dudes en saltarte mi obrilla de teatro en un solo acto en la que empieza a hablar Aminve).
―Oye, entonces, ¿qué es exactamente eso del software?
―Pues, así, grosso modo, es lo que controla el funcionamiento de una máquina. Vamos, que ésta funcione de una u otra manera. Espera, casi que mejor te leo la definición de Wikipedia que es muy completita. Además, está sacada de un tal estándar 729 del Instituto de Ingeniería de la Eléctrica y la Electrónica, que suena solemne y fiable.
Dice así: «Es el conjunto de los programas de cómputo, procedimientos, reglas, documentación y datos asociados, que forman parte de las operaciones de un sistema de computación».
―O sea, sin software la máquina no funciona y si hay un fallo solo podrás arreglarlo si tienes los papeles con toda la información de su funcionamiento. Vale, lo pillo. Pero ¿y lo del software libre? ¿Qué pasa con ello? ¿Es que hay un software gratis y otro de pago?
―No, qué va, Aminve: la diferencia entre el software libre y el privativo, que así se llama su «contrario», no tiene que ver con un precio (ambos pueden ser gratuitos o de pago); tiene que ver con los derechos y las libertades de tú como usuaria y de si ese software los respeta o no; de si la máquina está a tu disposición o si, por el contrario, eres tú la que te conviertes en su esclava y a merced de un fabricante, de unas licencias que tendrás que ir renovando y de unos intereses (totalmente ajenos) que no puedes controlar.
―¿Y es tan importante saber qué hay detrás? Es que, al final, ¿qué más da?
―Bueno, lo que te tiene que importar es que no tengas ni esa posibilidad. Y no te creas que el software privativo acaba en una máquina o en tu ordenador: la mayoría de las herramientas de escritorio que vas instalándote por decisión y las aplicaciones online que utilizan, lo llevan. Y eso te hace ser vulnerable ante cualquier ataque contra tu privacidad y anonimato.
―¿Esto es lo que pasó con Facebook?
―Sí, aunque en ese caso fue la venta de datos: el usuario como producto final, un detalle que desconocía, y de ahí el escándalo. A ver, que está claro que cada uno es libre de aceptar o no unas condiciones determinadas, solo faltaría, pero lo imprescindible es que tenga la opción de leer esas mismas condiciones para poder ser responsable de esa decisión. Y no solo de leerlas, sino de encontrarlas casi sin buscarlas. Lo mismo con los sistemas operativos: Windows10, por ejemplo, viene con una configuración de fábrica en la que está activado que pueda permitir ubicarte, saber qué aplicaciones manejas captar el micrófono y todo lo que tecleas (y no, tampoco se salvan las contraseñas)**… Y así.
―Vale, creo que más o menos lo empiezo a entender.
―Sí, al menos tener la información. Quédate con esto: un software privativo es aquel que te impide saber cómo realmente funciona el sistema y te fuerza a depender de él. Por el contrario, el software libre pone a tu disposición su código fuente para tu uso, estudio y disfrute; se perfecciona en comunidad; su seguridad es auditable, evita puertas traseras; y, como extra (nada despreciable), no depende de las decisiones de un fabricante/creador. Imagínate si Microsost y Apple cesaran su actividad o Facebook y Whatsapp desaparecieran mañana sin avisar. ¡Si cuando «caen» un par de horas parece la hecatombe!
¿Qué sistema operativo tiene tu ordenador? ¿Y tu móvil?
Seguramente tu respuesta a la primera pregunta será macOs o Windows; la de la segunda y la tercera, iOS o Android. (Y eso en el mejor de los casos porque quizá te encuentres en el grupo que solo sabe si su dispositivo es Apple o no, como mi amigo Antonio, que tiene una tableta «de la manzana», que además llama podrida porque, dice, que solo le trae problemas).
Y, bueno, déjate, tampoco sería una gran sorpresa porque ahora la cosa funciona así: si te llevas a casa (o a tu «oficina») un dispositivo de la marca Apple, viene con macOS o iOS; si escoges cualquier otra marca (ya sabes: Toshiba, Samsung, Dell, HP… para ordenadores; y las otras tantas para móvil) pues te vendrá con Windows o Android, según el caso. Así, tal cual. (bueno, aclaremos: 1/ también existe Windows Phone, aunque es un desastre y tiene los días contados y 2/ si tienes un Xiaomi como yo, el sistema que utiliza es MIU9, pero va por encima de un Android, así que es otra ilusión de elección).
La primera conclusión es que escoges el dispositivo (la marca y sus características «técnicas», de memoria y capacidad del disco duro, por ejemplo) pero no el sistema, que ya viene instalado de fábrica.
Además:
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1/ No lo compras [el sistema] sino que lo alquilas a través de una licencia con fecha de caducidad que vas renovando. Asumes con ello actualizaciones y nuevos ajustes sin saber cómo serán ni cómo te afectarán.
2/ Olvídate de plantearte cualquier modificación, lo tienes prohibido, algo que suena a chiste malo. (Vamos, es casi como pedirte una pizza a la que no puedes quitar los champiñones y ponerle luego cebolla roja y un huevo escaldado, por ejemplo);
3/ Compartirlo [el sistema, la aplicación, el programa…] es ilegal, algo que da un poco de yuyu y te pone en alerta porque, aunque lo hayas pagado, no puedes prestarlo ni regalarlo, que es la segunda parte del chiste malo.
Y es aquí donde entra el software libre. ¿No te gustaría poder reprogramar un sistema? ¿Modificar la manera cómo funciona para que se adapte mejor a lo que necesitas? ¿Añadir o suprimir unos parámetros según tus objetivos?; y no solo eso, ¿no te gustaría venderlo cuando te cansaras de él? ¿Alquilarlo? ¿Prestarlo a un amigo? ¿Regalarlo?
Por si fuera poco, hay otro punto importante: no sabes (ni puedes controlar) si ese software lleva «puertas traseras», que son programas malévolos que se instalan sin tu permiso en tu sistema y que, por tanto, al permitir el acceso remoto al mismo, pueden supervisar todo lo que haces, borrar información, desinstalar programas o exponerte a cualquier ataque.
Y atención a lo que te voy a contar ahora.
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1/ Aparte de los sistemas mencionados, hay más. De hecho, muchos más, y la mayoría de ellos basados en el software libre. Quédate con este nombre: GNU/Linux, la base de todo.
2/ El 95% de los 500 superordenadores más potentes del planeta utiliza… ¿adivina qué? ¡sistemas operativos libres!*
Y si lo de las supercomputadoras te parece «demasiado lejano» a nosotros, mortales de a pie piensa que el sector de la aviación, la física teórica, la animación, incluso los proveedores de servicios en Internet, también optan por esa opción.
Aclarado esto, si te paras a pensar un momento (nada, tres minutinos) puede que te encuentres formulando las siguientes dos preguntas, las que también se haría Aminve (si existiese).
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1/ Si hay tantas opciones, ¿por qué mi libertad parece restringida a solo dos de ellas?
2/ ¿Por qué la mayoría de los superordenadores utilizan software libre?
La impresora de Stallman dejó de funcionar
Y menos mal (aunque seguro que te estarás preguntando por qué parece que el hecho de que se estropee algo se convierta en un acto de buena suerte).
Pues porque ese fue el inicio de «todo» y ese «todo» permite una alternativa que podemos valorar.
Te cuento la historia.
Corría el año 1981 y el joven Stallman trabajaba como programador en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en el Laboratorio de Inteligencia Artificial. Su departamento tenía un problema con una impresora nueva que no funcionaba exactamente cómo necesitaban. Harto ya de que ésta entorpeciera el trabajo, decidió llamar al fabricante, pedirle el código software de la máquina y reconfigurarla él mismo (por aquél entonces ya era muy crack).
Bueno, pues no se lo dieron porque, «sorpresa», el código fuente no se facilitaba al usuario, una práctica que en ese momento era nueva pero que llegó para quedarse.
Entonces Stallman, que es todo un personaje (y menos mal), se enfadó de tal modo que ese mismo día decidió que trabajaría para desarrollar un sistema de software libre. Y así nació GNU, que presentó en 1983. Luego llegó un manifiesto, creó una Fundación para promover su uso [el del software libre] y decididió dedicarse a tiempo completo a su misión.
Y, nada, como se fueron sumando nuevos desarrolladores y personas interesadas en su uso y difusión, el proyecto fue creciendo; y hoy, treinta años después, tiene una comunidad comprometida que sigue trabajando para un reconocimiento mayor.
Cuestión de ética
El software libre tiene que respetar cuatro libertades básicas y tiene que cumplir una condición indispensable transversal: que se comparta el código fuente.
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1/ Libertad de usarlo para cualquier propósito.
2/ Libertad de estudiarlo y modificarlo.
3/ Libertad de compartirlo.
4/ Libertad de distribución de una versión modificada.
Y todo ello sin imposiciones ni restricciones legales o técnicas o económicas.
El mundo GNU/Linux
(y mi experiencia personal, por si te apetece conocerla)
Los sistemas operativos GNU/Linux funcionan como un puzle, como una personalización a la carta que uno puede seguir modificando (y distribuyendo). Imagínate, cualquier versión puede ser modificada las veces que se quieran y hasta el infinito.
A estas versiones se les llaman distribuciones y hay un total de tres mil. No todas tiene un software 100% libre. Pero ya es cuestión de trastear y pasarte por la página de la Fundación.
Yo no echo de menos Windows ni macOS (he tenido los dos) y dudo mucho que vuelva a ellos. Mi experiencia con GNU/Linux es realmente buena y, por si te ayuda, te voy a desmontar algunos mitos que corren por ahí:
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1/ La instalación no es compleja. De hecho, es de lo más intuitiva.
2/ No, las interfaces no son feas ni complicadas, al contrario. Además, recuerda que hay tropecientas distribuciones donde elegir.
3/ No te creas eso de que en GNU/Linux apenas hay programas de software para instalar. Vamos, desengáñate: hay alternativas (de sobras, una no se los acaba) a los programas más populares y «estandarizados» de Windows y macOS.
Ahora bien, lo más genial de todo es la comunidad que hay detrás del movimiento, siempre dispuesta a echarte un cable cuando lo necesitas. Es más, te digo ya que a mí me ha llevado a conocer a personas, ya no solo super interesantes, sino majísimas (y a mí la bondad me pierde).
Apuntes finales: liberté, égalité, fraternité
Olvidémoslo: no hay igualdad ni fraternidad si no hay libertad, que por algo ocupa el primer puesto en el archifamoso lema de la Revolución Francesa.
Y sí, puede que las cosas hayan mejorado (y mucho, en algunos casos, no voy a entrar ahí que mucho me estoy liando hoy) pero no deja de sorprenderme que (casi) 220 años después sigamos ya, no solo viviendo situaciones en las que la libertad sigue viéndose coartada, que también, sino encontrando nuevos escenarios, creados ya en el siglo XXI, que, en vez de defenderla, la atacan y la usurpan, ya sea utilizando el truco de la estampita o con la mayor desfachatez.
El movimiento de software libre tiene su base en la ética, de ahí a que crea que bien merece un eco mayor al que se le da «y decida lanzar mi estrellita al mar» desde el blog, por si alguien que aterrice por aquí le pueda interesar el tema y esta forma de entender al mundo desde la colaboración, la libertad, la comunidad y el respeto.
Si no nos cuidamos entre todos, ¿quién lo hará?
…
* Es una información de top500.org, dedicada a los 500 superordenadores.
** En WINDOWS 10, puedes cambiar los ajustes que vienen por defecto desde su configuración.
[Nota extra]: si tienes la oportunidad de ir a una conferencia de Richard Stallman, te animo a que lo hagas, que volverás a casa con un montón de nuevas perspectivas (y no solo sobre el software, sino también sobre la vida). Además, podrás pillarte una chapa de GNU (que tiene su gracia) y vivir esa sensación de haber participado en una sesión de risoterapia aunque el tema pueda ser serio, pero es que Stallman es un showman y un claro ejemplo de que el humor y una actitud desenfadada pueden casar perfectamente con la rigurosidad, la ética y el querer hacer un mundo mejor.
[Enlaces]: Fundación Software Libre | GNU | Manifiesto GNU | Colectivo Pica Hack