No sé si conoces las guías de viaje de Lonely Planet
Siempre he pensado que están algo sobrevaloradas (y en estos tiempos de Internet se han quedado algo obsoletas, para qué engañarnos), pero también te reconozco que no ha habido viaje en la que no me haya acompañado.
Llámalo «tradición», llámalo «mira, mejor me la llevo, no sea que justo esta vez dé con la clave y yo me lo pierda».
Sí, soy de la liga de los porsiacas.
El caso es que mi sección favorita de la guía es una que se llama Off the beaten track, una sección que siempre descubre lugares poco conocidos que, aun así, bajo el criterio del editor de la guía, y por lo que sea, bien merecen una visita.
A veces son asombrosos y otras no tanto, pero es difícil no caer en la tentación de acercarse si no estás muy lejos, aunque llegar al sitio represente una aventura en sí misma (y luego te descubras diciendo aquello de «jo, pues tampoco era para tanto»).
Bueno pues, todo este rollo para presentarte un off the beaten en toda regla, y de los asombrosos, aunque no esté en ninguna guía del mundo, ni en la Lonley Planet, que así de escondida está esta joya tan singular a la que, además, puedo llegar andando desde casa.
[Oooooh].
Pero es que no es solo la capilla en sí, sino su historia detrás.
Porque ¿y si te digo que la construyó un matrimonio únicamente por placer, disfrutando de cada fase de diseño y lanzándose al proyecto desde la ilusión y el reto, dejando fluir y poco más, sin ayuda y desde una única primera idea?
Pues te lo digo.
Y te la presento: aquí la tienes.
Para mí, esta capilla es un mundo.
Y Javier y Manuela, que así se llaman los artífices de la capilla, unos verdaderos artistas.
Especialmente porque ni lo saben ni tampoco lo pretenden.
Pero es que lo son.
AR-TIS-TAS.
Son estos de aquí abajo, y en la foto les acompaña Frida.
(Y sí, saben posar con dignidad y para la posteridad).
No exagero: nada más acercarme a la capilla, tuve la misma sensación que cuando visité el Rock Garden de Chandigargh, estaba delante del portón postista de Beneyto o puse un pie en la Bodega Bohemia.
Incluso, me llevó a pensar lo mucho que me recordaba, aun siendo historias totalmente distintas, el universo de Petit Pierre.
Todo eso, repito, nada más verla.
Así que ya no te digo nada cuando entré dentro, que fue una locura.
Y es que, invitándome a su capilla, Javier y Manuela ya no me ofrecieron solo conocerla, sino que me brindaron la posibilidad de entrar en un mundo particular, el suyo.
La capilla habla de ellos y es una suma de recuerdos, los mismos que ambos comparten de forma espontánea y generosa por el mero hecho de, eso, compartir.
Cada detalle tiene su propia historia, pero todos forman parte de una historia mayor, que es lo que les engrandece (incluso más).
Y sí, se percibe el amor dispuesto en cada rincón. Todos cuentan.
Pero hay más, una particularidad que me parece de lo más relevante y que todavía no te he contado.
La capilla es multireligiosa y «universal».
De algún modo, podría decir que es a las religiones lo que esperanto a las lenguas: el nexo y unión de todas ellas.
Así, por ejemplo, encuentras motivos del Islam, del judaísmo, del cristianismo en cualquiera de sus confesiones, del budismo… Incluso de las religiones paganas tienen su espacio.
Bonito no, lo siguiente.
Y, aunque en las fotos no se aprecian todos los detalles (la simetría de los arcos, la perfección de la nave, la matemática del ábside, la delicadeza de los canecillos, la fantástica vidriera), creo que con la proyección de la celosía Sur durante el Solsticio de Invierno, te puedes hacer una idea de su «perfección».
La capilla de La Figal es un proyecto vivo que va madurando en el tiempo: sin prisa, desde la fluidez y desde el amor.
Y si eso no es pura meditación, VIVIR en mayúsculas y un ejemplo claro de la fluidez del TAO… ya me dirás tú.
OBJETIVO 1: Conocer la capilla y su historia detrás, quizá para inspirarte y pensar en un proyecto propio que te hiciera ilusión. No tiene que ser una capilla, ¿quizá un pequeño altar?
OBJETIVO 2: Pensar que, muchas veces, que una idea salga adelante es solo cuestión de tiempo, ganas, mimo y humildad.
CRÉDITOS: Javier y Manuela, también como autores de las fotos. Que, por cierto, tienen incluso hasta un álbum comentado de todo el proceso. Y un libro de visitas, cual libro de Petete, que empezó con un primer comentario…
CATEGORÍA: Mundos y submundos que alientan el espíritu.